domingo, 10 de enero de 2010

SITUACIÓN SOCIO- CUTURAL JUVENIL


Hoy en día la situación socio- cultural de la juventud es estudiada desde distintos focos, con temas diversos. Se toma un problema concreto para analizarlo en el cual se ven las causas y consecuencias de la problemática; muy pocos han enfocado el problema desde la perdida por sentido del misterio y de una cultura débil por la que atraviesan este numeroso grupo social.
Quiero analizar y desarrollar estos dos puntos teniendo en cuenta lo expuesto por Amedeo Cencini en su libro “La fascinación siempre de la virginidad”
El joven de hoy ha perdido o está perdiendo progresivamente el sentido del misterio. En efecto, está sustancialmente satisfecho de su propia condición, no tiene grandes contrastes con el mundo de los adultos; ni hay expectativas ni aspiraciones particulares para sí y para los otros. G. De Rosa dice: “que la juventud de hoy es sin grandes aspiraciones y sin altos ideales; una juventud pragmática, más interesada en vivir lo mejor posible el momento presente que proyectar y preparar el futuro; es una now generation”
Por un lado está la presunción de saber cuánto es necesario para vivir; por el otro, la sensación de no poder conocer ni el misterio del propio yo, ni mucho menos algún misterio que nos supere. Esta pérdida del sentido del misterio tiene un reflejo particular en cuanto se refiere a la sexualidad. En todas las culturas, en efecto, bajo cada latitud, la sexualidad ha sido siempre considerada un misterio, que tiene que ver con las fuentes de la vida y de la muerte y al que por eso se accede con respeto y temor.
El sexo se ha convertido así un objeto de consumo como tantos, más aun, el ingrediente necesario parta hacer apetecible en el mercado todos los otros proyectos, el elemento más común, el más masificado. Se ha exorcizado tremenda y fascinante, banalizándolo y ocultándolo. Pre- adolescentes y adolescentes han aprendido a incluir fugaces experiencias sexuales entre los elementos de una “calidad de vida” ansiosamente buscada, al lado de la compra de un Mp4 , Lap Top, carro, celular y los viajes que son placenteros.
De esta forma la sexualidad ha dejado de ser un misterio. Y si el misterio se empequeñece, el hombre queda como un pobre ser mutilado y homologado, reducido a una dimensión, una sola de los estímulos epidérmicos.
Probablemente, a todo en forma estrecha a la pérdida del sentido del misterio encontramos este fenómeno ulterior, el de una cultura débil. La debilidad de la cultura nos presenta su consecuencia a nivel de los contenidos antropológicos. Algunas consecuencias de esta cultura:
La caída del deseo y del desear. Es un fenómeno que, en realidad, ha tenido una larga incubación en la sociedad actual, cumple un trazado que desde la gratificación del instinto del placer “culturalmente” impuesta como estilo de vida conduce lentamente a la inercia de la muerte psíquica o bien de la indiferencia general, a la incapacidad de gozar de aquello que la vida ofrece, como también a renunciar a las propias pretensiones. De allí, se sigue hacia una pobreza cualitativa y a la reducción cuantitativa de los deseos, casi a una parálisis o una lenta eutanasia de la capacidad de desear. Cuando el deseo es débil, también es débil la atracción del valor a la vida, a la juventud y a los sueños.
La crisis de la belleza y del sentido estético, es otro de las consecuencias; si el pensamiento es débil, ya no está en condiciones de alcanzar la verdad, entonces, no existe más belleza o la señal estética será muy efímera el criterio ambiguo y el hombre incapaz de contemplar la belleza; en consecuencias, es también impedida de conseguir su fin, que es expresar el encanto de la verdad, ofrendando motivaciones a la elección de un individuo, inevitablemente atraído por la belleza.
Hoy da miedo la crisis del gusto y del decaimiento del sentido estético y desagrada, es evidente, quienes la sufren son sobre todo los jóvenes y que tal crisis repercute negativamente en la vida y en las elecciones existenciales. Se necesita también la motivación “estética”, o sea, la capacidad de dejarse atraer por algo que se ha experimentado como intrínsecamente bello y que la belleza a la propia vida va descubriendo, por consiguiente, de que es bella, no solo justa y santa, darse a Dios, ser totalmente suyo, contarlo, celebrarlo, anunciarlo, amarlo, servirlo (Amedeo Cencini)
Otro mal del siglo, el narcisismo, es el síndrome no tanto de quien no ha sido amado, sino de quien no reconoce el afecto recibido, no se conforma o lo desprecia sutilmente porque es limitado o porque proviene de personas limitadas o lo da por descontado, como si fuera un derecho, sin sentir alguna gratitud.
El narcisista es una mezcla de ingratitud y de glotonería o un triste y extraño enamorado de sí, furioso porque siente que la vida no le ha dado lo suficiente; pero está enojado más consigo mismo, porque está necesitado del afecto de los otros y es incapaz al mismo tiempo, de dejarse querer y de reconocer el amor que le es ofrecido. Su vida, en consecuencia, se arriesga en una permanente búsqueda de amor jamás satisfecha y por eso frustrante, porque el éxito de la imagen exterior no significa necesariamente el aumento de la estima de sí o la experiencia de una amabilidad intrínseca.
Estas dos situaciones que viven los jóvenes, a parte de los otros desde luego, han sido causa de que no asuman una vida y un proyecto con bases sólidas; se han llenado de lo vacio, efímero y pasajero. Se han creído ser los súper hombres, de poder hacer todo desde su capacidad, sin necesitar de nadie que les guie; teniendo como resultado el narcisismo, la soledad y le individualismo egocéntrico.

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