lunes, 23 de agosto de 2010

PERSPECTIVA Y PROPUESTA ECOLÓGICA FRANCISCANA EN LA ACTUALIDAD


La palabra “ecología” (del griego oikós = casa, morada, y logos = discurso) indica el hábitat, la tierra habitada, interpretada como universo.
La ecología, en cuanto ciencia, se ha hecho más compleja; pero, en el fondo, se trata de la ciencia de las relaciones de todos que constituyen el mundo natural.
La ecología ha dejado de ser una disciplina particular y sectorial para convertirse en problemática universal, totalizadora e interdisciplinar. La ecología, aun conservando su peculiaridad científica, ha pasado a ser una concepción del mundo en la que están implicados elementos científicos, tecnológicos, económicos, filosóficos, éticos, políticos, religiosos y estéticos. Ha logrado crear una conciencia ecológica que rebasa el marco de lo puramente científico para presentarse como una filosofía de la vida.
La visión franciscana de la naturaleza se funda en la teología de la creación, pero no se trata de una teología intelectual y conceptual, sino cordial, intuitiva y afectiva. Francisco de Asís estuvo dotado de una fuerte unificación afectiva, mediante la cual descubre en los seres y fenómenos naturales la acción creadora de Dios. La presencia divina en el mundo hace que todas las cosas se presenten como sacramentos naturales. Por eso la interpretación simbólica de los seres de la naturaleza adquiere, en el universo franciscano, un sentido peculiar y enfático debido a su unificación afectiva cosmovisional. En esta perspectiva, puede decirse que la vida divina en los animales, en las plantas y en los astros tiene una relación análoga a la que se da entre el rostro humano, la mirada, la escucha y los fenómenos expresivos que ellos reflejan.
2. FRANCISCO Y LA NATURALEZA: UNA NUEVA RELACIÓN
a. El ser y el estar en el mundo
La mirada de Francisco sobre las cosas nunca fue interesada, ni egoísta, ni instrumentalizadora, porque logró liberarse de la codicia y del malsano deseo de la posesión y de dominio descontrolados y alienadores.
Francisco se coloca en medio de las criaturas, con ellas, no sobre ellas ni por encima de ellas. Sólo una relación así vivida y de fraternidad compartida puede crear un nuevo estilo de vivir y de estar en el mundo. Él canta al Señor por y a través de los seres, pero nunca renuncia a estar con ellos, pues con ellos y desde ellos se puede expresar la verdadera relación fraternal.
b. El Cántico del Hermano Sol
Francisco era profundo creyente, pero era también gran sentidor y fino poeta. Se sincronizan en él la vivencia religiosa y la expresión poética, como se manifiesta en el Cántico de las criaturas. Canto exponencial y sapiencial de su visión cósmica y de su relación ecológica y religiosa con Dios creador y con los seres creados.
c. La simpatía cósmica de San Francisco
La unión singular entre afecto natural y sentimiento religioso se dio entrañablemente en este personaje juntamente con la total compenetración entre ambos. Este santo simpatiza con la naturaleza, y con los seres que hay en ella, no solo por razones instintivas, religiosas y estéticas, sino también por motivos de familiaridad, de simpatía visceral y cordial.
3. HERENCIA ECOLÓGICA FRANCISCANA
Francisco de Asís originó un gran movimiento espiritual basado en el evangelio ciertamente; pero una espiritualidad que implica un ser y un estar en la Iglesia, en la sociedad y en la naturaleza. Un nuevo habitar y un nuevo relacionarse con todo lo existente. Francisco logró implantar y transmitir a su familia religiosa un estilo y una forma peculiares de ser, de existir y de vivir.
a. La naturaleza en san Buenaventura
En la línea de Francisco, Buenaventura ve e interpreta el mundo como un conjunto de relaciones armónicas que forman eso que se llama cosmos, es decir, orden.
El mensaje buenaventuriano, en relación con la naturaleza y con los seres que hay en ella, exige un comportamiento humano y una actitud existencial de respeto, de comunión y de confraternización con todos ellos, porque se apoya y se fundamenta en una filosofía del amor, que lleva más que a conocer las cosas a un saber vivir con ellas.
Este maestro franciscano presenta a la naturaleza como casa, como morada y como habitación en donde el ser humano se siente como en su propio recinto hogareño.
b. Universo y cristocentrismo en Juan Duns Escoto
El Doctor Sutil acentúa, sostiene y defiende abiertamente que Cristo es el arquetipo y el paradigma de la creación. Él es la obra suprema de la creación, en la que Dios puede espejarse adecuadamente y recibir de él la glorificación y el honor que se merece.
El cristocentrismo escotista ofrece una visión mística del universo. El mundo se presenta como diáfano sacramento de la divinidad, un gran altar donde se celebra la liturgia del Dios creador. La liturgia del universo se vincula a la liturgia de la eucaristía, porque en ambas está la presencia de Cristo. Esa comunión y vinculación entre la liturgia cósmica y la eucarística las vivió Francisco de Asís en perfecta armonía, transformada en canto.
c. El cosmos en Roger Bacón
En la cosmovisión que nos ofrece este científico franciscano, la naturaleza no es solo un don divino, sino que es el gran complemento del hombre. Este no es nada sin aquella, y aquella debe ser protegida por este. Entre ambos se da un gran hermanamiento, que debe desembocar en actitud de respeto, custodia y defensa. Los presupuestos científicos del sistema baconiano nos ofrecen los fundamentos culturales y éticos para alcanzar una ecología planetaria, pues todo en el universo es armonía, al mismo tiempo que exige el imperativo humano para defender, promover y respetar el maravilloso mundo natural, en el que vivir es convivir en el plano humano y con gran sentido de fraternización universal.
d. Mundo natural en Guillermo de Ockham
En la cosmología ockhamista se integran elementos teológicos, filosóficos y físicos. Este franciscano subraya la contingencia del mundo para salvaguardar la libertad y la omnipotencia divinas.
Ockham, fundador de los derechos subjetivos, es también propulsor de los derechos no solo de los animales, sino también de los seres sensibles e insensibles. Este franciscano original nos brinda la perspectiva abierta hacia una ecología vivida desde el reconocimiento de las propiedades naturales de cada ser y de cada cosa. Detrás de su pensamiento filosófico se percibe la sensibilidad fraterna de Francisco de Asís hacia toda la creación.


4. ECOLOGÍA ACTUAL Y MENSAJE FRANCISCANO
Actualmente, la ecología presenta no poca ambigüedad, pues encierra en un mismo proyecto analítico y propositivo elementos científicos, técnicos, sociales, culturales, políticos y económicos, frecuentemente mezclados con ideologías interesadas y con fines muy sesgados.
Francisco de Asís no ofrece una ética ambiental, sino algo más profundo y esencial, como es una cultura ecológica o, si se prefiere, espiritualidad ecológica, que surge del sentimiento de simpatía cósmica e implica y se traduce en un comportamiento fraterno y de respeto por la naturaleza y todos los seres que la habitan, tanto animados como inanimados. Más que una ética se nos brinda una mística y una estética del mundo y de la vida. La ética se basa en el “tú debes”, la estética en el “yo siento” y la mística en el “yo participo”, aunque las tres se complementan y convergen en un estilo propio de existir y actuar.
El habitante singular Francisco invita a todos los conciudadanos de la patria común a poner en circulación cuatro verbos activos, solidarios y benefactores para toda la creación: pensar, sentir, actuar y confraternizar ecológicamente.
El mensaje franciscano puede ayudar a los habitantes del planeta Tierra a aprender a habitar en el mundo y ofrece una nueva pedagogía del “estar en la naturaleza”, además del con-vivir fraternalmente con los otros. Para ello propone superar:
• La confrontación del dualismo subjetivismo-objetivismo.
• La filosofía del mecanicismo.
• El espiritualismo desencarnado como forma de vida y expresión de una concepción excesivamente negativa de lo material.
• El uso abusivo de las cosas naturales como simples utensilios.
• La idea equivocada del hombre como conquistador, propietario y devastador irresponsable de la naturaleza.
Como respuesta a la problemática actual del gran deterioro ambiental y de la actitud hostil, se puede presentar el siguiente decálogo desde la perspectiva del mensaje franciscano:
1. Descubrir el sentido religioso de la naturaleza
2. Estar presente en la naturaleza que habitamos
3. Ver y mirar el mundo entero como un poema bellísimo
4. Escuchar la realidad como complemento del mirar
5. Reconocer activamente que, a través de nuestra corporeidad
6. Ser críticos objetivos de la situación ecológica actual
7. Aunar todas las fuerzas y los esfuerzos
8. Ofrecer una ética de la frugalidad
9. Trabajar en la creación de un sistema alternativo
10. Inventar una nueva pedagogía ecológica.

lunes, 2 de agosto de 2010

EL REINO DE DIOS, UN PASIÓN QUE ENVULEVE LA VIDA DE JESÚS


Jesús vive en la historia de un modo fascinante y apasionado, con amor y misericordia. La pasión de Jesús fue hacer presente el sueño de Dios y ese sueño no es otro que el Reino. Jesús se manifiesta dando vida, haciendo a los hombres más humanos, más fraternos. Este es el compromiso que adopta y adoptará en la vida, el motivo de su trabajo y de su lucha diaria.
El Reino de Dios es algo muy humano. Consiste en apostar radicalmente por el hombre; hacer de la causa del hombre la causa de Dios. No consiste en acciones de culto o religiosas, sino de liberación, sanación y rehabilitación. Una opción por el hombre, el hombre pobre, oprimido, excluido y en necesidad. Ahí estaba lo sagrado para Jesús, dicho de otro modo: Jesús nos enseña que la apuesta por el hombre es el modo de acceso a Dios.
El Reino con todo lo que conlleva, era lo primero y lo último para Jesús. Lo último para Jesús no es tampoco su propia persona, pues Jesús no se predicó a sí mismo, sino el Reino de Dios. Desde su aparición pública Jesús se presenta anunciando el Reino o reinado de Dios. Este Reino de Dios tiene dos dimensiones, presente y futura, que puede disociarse y que sobre todo, están unidas en la propia persona de Jesús.
En Jesús el Reino ya está presente, como una semilla que se está sembrando en el mundo y un día se podrá recoger la cosecha final; él es su mediador, su vehículo y su presencia, aunque a la vez con la capacidad de futuro que solo a Dios le corresponde cumplir en la consumación final. En Jesús, el Reino de Dios presente es como la “aurora del Reino”.
El Reino de Dios es lo absoluto para Jesús lo vive en lo más hondo y lo propone con pasión, en todo cuanto hace y dice. Su misma persona es encarnación del Reino. Será la razón de su vivir, de su desvivirse y del conflicto que derivó en pasión de Cruz.
Jesús vive cautivado existencialmente por el Reino. Anunciar el Reino, hacerlo presente, comunicarlo, es la misión que da unidad a su vida. En función del Reino está su estilo mesiánico de vida. El Reino es la razón de su pobreza, de su celibato, de su disponibilidad; por el Reino se siente en la mesa con los pecadores, cura, acoge y ama a los marginados.
Podemos decir que Jesús solo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su pasión: una vida en la que todos respiraran el aroma de Dios, en la que todos actuaran según su querer. El Reino de Dios es una buena noticia porque es Reino de vida.
Jesús, hombre del pueblo y siempre en él, percibe a Dios como vida y felicidad; desde ahí se sumerge en la realidad del pueblo y en ella genera vida a través de un modo de vivir, unos signos, unas palabras. El Reino de Dios apunta a la relación entre Dios y los seres humanos. En el Reino de Dios, el primer lugar es para los que sufren.
Aunque es Dios quien crea el Reino, los seres humanos tienen un importante papel a la hora de hacerlo realidad. El Reino no es simplemente algo que tratamos de hacer realidad, sino que también es algo que nos sucede a nosotros y que nos llama. El Reino de Dios irrumpe en la historia trayendo amor y liberación para los individuos y los grupos.
La búsqueda del Reino como proyecto es inacabable. Un carisma como la misericordia, la providencia o la bondad de Dios tiene que traducirse no solo en una pasión global, sino en proyectos y objetivos concretos.
Hoy subrayamos que el Reino de Dios existe no solo en nuestros corazones, sino también en el mundo, causando un impacto tanto en la vida personal como en la social. El Reino no solo crece en los individuos, sino también en los grupos, las naciones, las instituciones, las actitudes, las razas y las culturas.
La llamada del Reino en nosotros es importante. Nos impulsa a cuestionarnos si nuestros actos son de amor o de egoísmo. El Reino de Dios llama a las personas a apartarse de sus ídolos para seguir más de cerca a Jesús.

miércoles, 28 de julio de 2010

PRESUPUESTOS FRANCISCANOS PARA UNA CULTURA CORDIAL


La vida está marcada por determinadas situaciones, acontecimientos en los cuales el hombre está en el centro, busca ser protagonista de los sucesos. El hombre ha sido desde sus inicios un ser en relación con su entorno. Buscó estar en armonía y paz desde la creación, fue puesto en medio de todo lo creado para cuidar y cultivar (Gn2, 15); tuvo siempre una relación con Dios, luego con sus semejantes con quienes ha desarrollado sus habilidad de comunicarse y escuchar. Traigo aquí la frase de Zenón de Elea: “Nos han sido dados dos orejas, pero solo una boca, para que podamos oír más y hablar menos” Esta frase puede ser contrapuesta en nuestros días, ya que la capacidad de escucha y relación va perdiéndose en la mayoría de los ámbitos. Prima más el hablar y manifestar, muchas veces siendo “flatus vocis” que no tiene resonancia, ni sentido.
Un texto bíblico que nos ayuda en nuestra reflexión es la de Santiago: “Sean todos prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira” no es lo que deberíamos buscar? Son estos presupuestos los que tenemos que recuperar si queremos tener una cultura cordial, una sociedad cortés, el buen trato y buena escucha.
Nuestra reflexión estará enfocado desde la óptica franciscana, específicamente desde San Francisco de Asís, hombre presto para escuchar a Dios y al prójimo. Abierto a la relación con la naturaleza, las criaturas y todo cuanto salgan a su paso.
La cultura es un factor condicionante e incluso configurador de la misma naturaleza humana. La relación de la persona con el mundo real no suele ser directa, sino mediante los conceptos de nuestra mente, es decir, de la cultura. La cultura hace de puente colgante entre la vida personal y la vida social. De ahí su gran importancia, para bien o para mal, del ciudadano.
La situación de la cultura a nivel mundial es un problema de distanciamiento entre las diversas realidades, que se han hecho recelosas y hostiles entre sí. Sencillamente nos encontramos con la preocupante situación de la incomunicabilidad o, peor aún, con el problema de la conflictividad tanto en el campo cultural y humano como en lo social y religioso.
En la sociedad actual, la persona suele estar reducida a cifra y a número. Somos seres anónimos, es decir, que nuestra presencia, nuestra persona, no cuenta para nada sino estamos avalados por un papel oficial. Sin embargo, cada persona tiene su específico rostro y su propia personalidad, cada animal su propia misión, cada cosa su propia significación.
Francisco vivió y reconoció la presencia del prójimo. En el reconocimiento del otro podemos observar no solo un tacto especial de ver y tratar a los otros y a los demás cosas, sino una categoría cultural sobre el mundo y sobre la vida. Desde la presencia total, que es Dios, tenemos que dirigirnos a todos las demás presencias humanas y mundanas, tratando con infinita cortesía, amabilidad y respeto. Es la presencia, que crea nuevas presencias y entabla relación entre ellas. La categoría de presencia engendra un sentimiento, crea una actitud y se manifiesta en un comportamiento singular ante la vida y ante los otros.
Desde la experiencia de la presencia brota el ser y el estar relacionado. Es uan relación sentida, vivida y compartida. Esta dimensión relacional es de gran interés e importancia en las llamadas filosofías dialógicas actuales. Este estar relacionados en la sociedad y en la naturaleza, da a la persona una actitud de respeto, acogida y escucha, pues la persona constituye una comunidad activa con los otros y con los demás seres de la naturaleza. Esta relación vital y dinámica puede sanear la indiferencia, la insolidaridad, los desplantes y opacidades cotidianos, ya que a través de la relación amistosa y fraterna se puede descubrir el verdadero rostro humano.
La dimensión relacional humana se descubre y manifiesta en infinidad de encuentros, uno de los acontecimientos más sorprendentes y repetidos es el encuentro. Es un hecho importante que sucede entre personas. Nos topamos frecuentemente, nos cruzamos los unos a los otros. Sin embargo, en raras ocasiones nos encontramos. La vida es un encuentro, aunque no es fácil el encuentro profundamente humano.
Francisco enseña al hombre actual que necesita despojarse de muchas máscaras y resistencias para revestirse de buen humor y sana ironía al mismo tiempo que sea capaz de encuentros fecundos y creadores con todas las personas de su entorno y con los seres y cosas de la vida cotidiana para poder descubrir la riqueza patente y latente del mundo natural.
Del mismo modo, todo encuentro sincero supone acogida. A la actitud de recelo y sospecha hay que oponer la actitud de acogida, colaboración y participación. Actualmente el hombre debe sentirse protagonista activo en la transformación de la sociedad.
Otro tema y demás en boga es el del diálogo, como recurso necesario para entablar relaciones y alcanzar compromisos. Para poder crear el horizonte humano y espiritual de un diálogo dinámico y fructífero es necesario despojarse de muchos prejuicios y armarse de una idea elevada del hombre por muy adversario o esquinado que se le considere. En primer lugar hay que superar la categoría de lo antagónico como forma incivil de convivencia. Frecuentemente el enemigo es un pretexto, una máscara para lograr intereses muy precisos y premeditados.
Francisco se colocaba más allá de las diferencias antagónicos y rivales para encontrarse con lo real y verdadero de la persona, con sus propios problemas humanos, en las que todos coinciden. Por eso trató de defender la paz, la convivencia y la armonía social como valores absolutos, más allá de los particularismos personales o de clases y grupos.
La sociedad no es otra cosa que el cuerpo alargado de la persona, abismo de grandeza y de miseria. En nuestra sociedad, moderna y posmoderna, predomina y se impone poderosamente la racionalidad, que pretende explicarlo todo a la luz de la razón comprensible y de constatación verificable del laboratorio. Frente al gran culto a todo lo positivo se observa un gran silencio u olvido de lo negativo.
Ante esta situación tenemos que cultivar la mirada, pues juega un papel especial en las relaciones humanas. La mirada constantemente nos encubre y nos descubre, más abre y nos oculta, nos acerca y nos separa. Tiene un poder extraordinario de relación o de rechazo. Cada uno es lo que mira y ve lo que le interesa. Toda mirada es la proyección del yo, y lo que no sea ese yo saldrá por ella. La mirada es tan importante en la vida cotidiana que constituye un vínculo especial entre la persona y la sociedad, entre el individuo y el mundo.
Mirar no es descubrir colores, sino entablar relaciones. Los ojos son simples instrumentos transmisores de una presencia que interroga. Quien se deja mirar y ser penetrado por la mirada amante descubrirá la urgencia de entablar una profunda relación. Tal vez muchos mortales nunca se deciden porque tienen miedo a las miradas interiores y a dar respuesta a interrogantes decisivas.
Cuando Francisco se ha sentido mirado por Dios, todo su ser se ha iluminado, comenzando a ver toda la vida con una nueva perspectiva. Hay que mirar la sociedad, el mundo y la vida con ojos amorosos y transformados.
La escucha es sumamente importante en las relaciones personales. Escuchar supera el simple oír para poder entrar en relación con lo que dice. Escuchar es dar crédito al otro y tomarlo en serio. Oír tampoco es escuchar ruidos o sonidos, sino entablar una nueva relación. Normalmente nos quedamos en la asonancia del oír, sin penetrar en la resonancia del significar. Lo que impide que se logre la consonancia entre las personas. San Buenaventura define a la persona como sonido que resuena.
La visión franciscana de la vida implica un estar despierto para poder ver, escuchar y percibir ese mundo maravilloso de presencias y mensajes, que hace de quien participa de ellas una existencia llena de sentido, plenitud y celebración.
En la actualidad, el ser humano se suele balancear entre el entusiasmo y el desencanto ante los acontecimientos de cada día. Con frecuencia se tiene el convencimiento de que el hombre ha sido defraudado en sus esperanzas o que la esperanza no anima suficientemente al ser humano. La esperanza es uno de los importantes temas culturales de nuestro tiempo.
La esperanza en clave franciscana puede ser un buen fermento en la construcción de una nueva cultura que supere el pesimismo reinante, la desconfianza y la sospecha entre los ciudadanos.
La esperanza debe traducirse en alegría, en canto y en un impulso inacabado de ir siempre hacia adelante y hacia arriba, hacia Dios y hacia los hombres. La esperanza vivida era para Francisco y sus frailes, su estado espiritual y su dinamismo vital. La esperanza no solo es una actitud frente a Dios, sino también frente a los otros y frente al mundo natural. La esperanza es la otra cara del amor, porque el que ama sinceramente a un ser espera de él lo imprevisible.
La esperanza en el franciscanismo connota una especial actitud ante la vida que se traduce en audacia, espíritu de creatividad, voluntad de riesgo, talento optimista y en fidelidad a lo concreto. La esperanza también engendra osadía. Pero la osadía, animada y sostenido por la esperanza de futuro, supone la presencia de gracia en el mundo y en la cultura.
El futuro ya no es como era. No es continuación sino consecuencia del presenta, en el que todos estamos comprometidos. Francisco nos invita a ser servidores del hoy y centinelas del mañana.
http://www.ofmsolano.org.pe/

domingo, 25 de julio de 2010

EL TEMPLO DEL CONVENTO DE OCOPA


MURAL DEL COMEDOR DEL MUSEO DEL CONVENTO DE OCOPA


ALTAR DEL TEMPLO



BÓVEDA DEL TEMPLO CON PINTURAS FRANCISCANAS












FOTOS DE LOS CIEN AÑOS DE LA MUERTE DEL VENERABLE PADRE PÍO SAROBE






FOTOS DE LA ORDENACIÓN DE Fr. Jorge y Fr. Daniel


UNA VEZ ORDENADO, SIRVIENDO EN EL ALTAR, Fr. Daniel


RECIEN ORDENADOS Fr. Daniel y Fr. Jorge



MOMENTO DE LAS LETANÍAS




PRESENTACIÓN DE LOS DIÁCONOS





ANTES DE LA CELEBRACIÓN, SACRISTÍA DEL TEMPLO FARO.

PARÁBOLAS DE JESÚS


Una parábola en labios de Jesús es una lección en colores al alcance de niños y adultos, sobre los más hondos enigmas del corazón humano. No fue Jesús el inventor del género parabólico, sin embargo, la vivacidad particular de Jesús debido a su gran talento narrativo, hace que sus parábolas sean únicas. Las parábolas hablan de la vida. En ellas, y a través de ellas Jesús comunica con enorme sencillez lo que vive.
En sus parábolas se refleja la vida de Galilea: los trabajos de la gente sencilla, sus rebaños y sus viñas, las siembras y las cosechas, la pesca en el lago y las fiestas. Las parábolas tienen como finalidad ayudar a las personas a caer en la cuenta de las experiencias de cada día para que a partir de ellas puedan abrirse al Reino de Dios, puedan ver lo que sucede en el encuentro con Dios.
Cada parábola es una invitación a pensar y a entrar en lo más profundo de la realidad, rebosante de vida, ese mundo nuevo que está brotando y que Jesús experimenta ya, dejando atrás el mundo viejo sin futuro.
Con las parábolas Jesús hace presente a Dios irrumpiendo silenciosamente en la vida de los que escuchan. Son buena noticia. Las parábolas no bendicen lo que uno ya es, sino que invitan a participar del Reino de Dios que inaugura Jesús. El mensaje no es misterioso, ni enigmático no solo para iniciados, sino abierto a todos el que quiera escuchar.
Con enorme paciencia, Jesús les enseña a captar con el corazón las señales de la presencia salvadora de Dios en las cosas corrientes de la vida, y, a la vez, su propia experiencia de Dios. Jesús utiliza imágenes de la normalidad de la vida para hablar de Dios, del Reino. Un ejemplo es la parábola del grano de mostaza.
Jesús presente a Dios en lo cotidiano, en lo corriente. Jesús contaba parábolas, no alegorías. Su lenguaje carácter vivir y penetrante.

lunes, 19 de julio de 2010

franciscanismo: SAN FRANCISCO SOLANO, MODELO DE DISCIPULO Y MISIONERO

franciscanismo: SAN FRANCISCO SOLANO, MODELO DE DISCIPULO Y MISIONERO

SAN FRANCISCO SOLANO, MODELO DE DISCIPULO Y MISIONERO


RAZA DE LOS PROFETAS
San Francisco Solano vivió toda su vida y realizó su misión siguiendo Cristo en los detalles más resaltantes de su vida. De aquí que podemos tenerlo como modelo de discípulo y misionero, plenamente vigente en nuestros días. Desde muy joven aprendió a caminar por la periferia, por lo marginal por lo insignificante llegando a ver ahí a Dios y desenvolviéndose en esos campos con una soltura impresionante y con una alegría que no tiene explicación si no es vista con los ojos limpios a los que hace referencia el Evangelio.
ITINERARIO FORMATIVO DE FRANCISCO SOLANO
A lo largo de su formación inicial Francisco Solano gozó también de la compañía y enseñanza del maestro, músico y científico, Fr. Juan Bermudo, ofm. Si la teología es un arte y, por lo tanto, de alguna manera se convierte en auténtica música, ésta, la música, a su vez, se convierte en la mejor teología, pues llega a ser un excelente modo de ver, entender y amar a Dios en el acercamiento a los hermanos y a la creación entera. El amor de Francisco Solano a la naturaleza no fue simplemente algo innato en él, fue una realidad cultivada con esmero y ahínco. La teología se hacía amor a todo lo creado, desde la florcita aparentemente más insignificante hasta el bosque plagado de maravillas de la naturaleza y portadoras del vestigio y de la imagen de Dios. Su teología como práctica de amor a Dios y su música como canto de la creación entera para atraer a los hijos de Dios a una forma de vida como la cristiana en la que Dios se revela en su hijo Jesucristo para hacernos partícipes de su vida divina.
Francisco Solano gozaba de cualidades. Es por lo que llegaron a confiarle cargos importantes, tales como Maestro de novicios, Vicario de coro, Superior o responsable de los hermanos en la vida cotidiana, encargado de preparar las celebraciones litúrgicas, algo que hacía con la mayor finura y el mayor esmero. Siguiendo en esto también muy de cerca el pensamiento y la actitud de Francisco de Asís.
EL ARTE DE LA ITINERANCIA
Para Francisco Solano la itinerancia no consiste en dar una serie de pasos o cambios de un lugar a otro en forma de mecánica. En cada paso dado hacia adelante hay un adiós a toda una forma de vida y una aceptación de nuevas formas de vida relacionadas con personas, lugares, regiones, climas, culturas, formas de vida religiosa, de ver a Dios, al hombre y al mundo. Cada nuevo lugar para Francisco Solano le ofrece oportunidades y posibilidades así como exigencias de expresar su fe, su anhelo misionero y sus sentimientos con la mayor naturalidad. Pero cada paso dado, cada cambio asumido viene a ser una Pascua, que a imitación de la Pascua del Señor, comporta muerte y resurrección. De esta manera la itinerancia lleva consigo una mirada de fe hacia el pasado y de confianza para con el presente y con el futuro.
La itinerancia en San Francisco Solano va muchas veces de la mano con el dolor y con la alegría; unas veces con el dolor de no ir hacia donde a uno le guía su propio sentimiento, y otras con la alegría de ver aceptados sus deseos por los superiores. Por encima de todo está el deseo de agradar al Señor en una fidelidad sin reservas y de lanzarse a proclamar el Reino de Dios a todo el mundo. La itinerancia este sentido es pura disponibilidad.
La itinerancia, como verdadero arte, supone la memoria, la mirada viva para con el pasado, el reconocimiento de los beneficios de la mano de Dios, la itinerancia debe dar el paso de la memoria a la profecía, sabiendo acompañar al hombre actual tratando de encaminarlo hacia un futuro posible y mejor que vaya siempre más allá de la mirada de corto plazo participando con él en todas las vicisitudes de la vida.
San Francisco Solano supo conjugar oración y contemplación las más profundas con la mayor entrega y dedicación a los pobres necesitados de Dios y de los hermanos los hombres.
La vida y predicación itinerante de Francisco Solano deberían sacudir nuestras formas instaladas de vida, nuestra adaptación acrítica de la situación en que vivimos.
LA GENEROSIDAD DE LA POBREZA
Francisco Solano fue pura generosidad ofrecida en la totalidad de su persona y ofrecida a todos los que entraban en la relación con él, de modo particular a los enfermos y más necesitados. San Solano, como otro Pablo, va allí donde no hay nadie que predique el Evangelio; sale del centro del poder, del tener y del saber, por decir así, para experimentar el valor de la marginalidad, de la periferia y de la impotencia, porque “lo débil de Dios es más fuerte que lo fuerte de los hombres”
La pobreza, como núcleo del seguimiento de Jesús, como signo de anonadamiento, como expresión de la vida cristiana t religiosa, como expresión de la castidad más limpia y de la obediencia más libre, al mismo tiempo que sujeta a mil condicionamientos, le lleva definitivamente a Francisco Solano a la frontera; allí donde los riesgos aparecen a cada instante y en cada lugar; pero también allí donde la imaginación y la creatividad surgen con mayor naturalidad y con mayor fuerza. Aquí se hace patente el valor y la necesidad de la profecía. De aquí que Francisco Solano sea el itinerante que no poseyendo nada para sí, libre de todo bagaje y carga pesada, va de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad ofreciendo lo más valioso que tiene: la oferta del Evangelio de Jesucristo.
EL EVANGELIO CENTRO DE SU VIDA
Tenemos a San Francisco Solano retratado en cuerpo entero, predica el mismo Evangelio de siempre, pero adaptándolo en forma de sencillas catequesis, atrayendo y persuadiendo a los niños y grandes con la música, con la oración, con las celebraciones que los sacramentos y con las más diversas devociones.
El servirse de la música para llevar a cabo la evangelización era algo muy tradicional y practicado siempre en la historia del cristianismo. De manera que san Solano tenía tras de sí una larga tradición que supo asumir, adaptar, enriquecer y transmitir con el cultivo personal del mismo arte musical. La música servía para atraer, para persuadir, para enseñar, para alegrar y para unir familias y pueblos; para orar y cantar a la vida, pero sobre todo para hacer del Evangelio verdadera vida.
MODELO DE DISCÍPULO Y MISIONERO
Tomamos a San Francisco Solano como modelo por su extraordinaria cercanía espiritual y vivencial a Jesús en su comportamiento cotidiano, por su modo de ver a Dios, al mundo y al hombre. Modelo que puede servir de auténtico acicate y desafío al discípulo y misionero de hoy; modelo en fon que debería ser traducido en categorías actuales dentro de la sociedad moderna y de una visión actual del discipulado y de la misión.
Hay en Francisco Solano una radicalidad del seguimiento de Jesús que arrastra, persuade y convence a quien pone sus ojos fijos en el mismo Jesús y en le hombre de nuestro tiempo. Modelo que exige audacia, fidelidad, riesgo y creatividad. Modelo, en fin, cuyo seguimiento lleva en sus entrañas una esperanza que no defrauda.
Lo primero que podríamos ver en Francisco Solano es el amor y el respeto al otro; el saber estar junto a los otros, el aprender a convivir con los otros; este es el mejor camino para conocerlos y entrar en auténtica relación con ellos. Sin duda aquí late el sentir y pensar de Francisco de Asís.
El papa Juan Pablo II decía que los jóvenes deben ser “custodios de la esperanza y predicadores de la verdad” ver la historia con realismo así como de mirar el presente y el futuro con igual realismo.
El cambio de época trae consigo problemas y dificultades inéditos antes, así como también nuevos signos de vida. Es importante discernir, no correr tras los cambios, porque entonces podríamos adquirir el síndrome de adaptación. Debemos estar contentos donde estamos, desde ahí cumplir nuestra misión.
Tenemos nuestra propia tarea y esta tiene que realizarse en el “realismo de la vida”; es decir asumiendo las cosas y la vida como son y con debida serenidad. Nos proporciona vivir con una fundada esperanza. Dentro de este clima de esperanza confiada que debemos intentar hablar de los jóvenes, y aquí del estudio.
Parece que no hay suficientes razones o no hay razones suficientes convincentes para sostener que el problema simplemente son los jóvenes.
Reavivar los sueños de los jóvenes. Los formadores y los mayores deberíamos ayudar a los jóvenes a realizar sus sueños; a no negarlos ni olvidarlos, pero tampoco relegarlos al mundo de la fantasía o de lo irrealizable. Urge, pues, poner en juego toda nuestra capacidad para captar sus señales, traducirlas a la vida real y darles cabida en la misma.
Importante proponer y recalcar a los jóvenes para su mayor bien, es el tema de la libertad en relación con la disciplina, un tema siempre debatido, pero hay que insertarse, hay que dejarse envolver por él; hay que vivirlo con toda su tensión en la realidad de cada día; hay que experimentarlo con toda su fuerza de arrastre y con toda su exigencia de sacrificio, con toda su cuota de abnegación, con su dosis de donación y con su buena parte de optimismo.
Hay que ejercitarse también en discenir lo esencial de lo accidental con el fin de adquirir la necesaria capacidad para dirigir certera y responsablemente todos nuestros actos. Una vida llevada a la ligera, en la periferia de los problemas y fuera del centro vital, conduce a la superficialidad, a la falta de sentido crítico ya la confusión de valores. “volver a lo esencial”
Esto requiere de una lúcida y sólida formación de la conciencia crítica para un correcto análisis, interpretación y comprensión de la realidad. Es decir, se trata de volver a los que es indispensable para recuperar nuestro sentido de identidad y de pertenencia como consagrados y enviados.
Es doloroso constatar, con frecuencia, que el diálogo, que constituye uno de los pilare no arraiga entre nosotros, incluso sabiendo que es tan importante para vivir nuestro seguimiento de Cristo a través de los consejos evangélicos. p







JESÚS, MAESTRO DE LO COTIDIANO


Al escuchar a Jesús algo empezó a cambiar entre las gente sencilla. Conocían a Jesús y sabían muy bien que su autoridad no se cimentaba en la ciencia sino en la experiencia. La gente percibe en sus palabras un plus de credibilidad.
Jesús expresaba lo que surgía de su corazón, sin esa constante referencia a los textos Sagrados. Utiliza la Escritura como instrumento y medio, no como objetivo y finalidad. Jesús citaba la Escritura, pero no se limitaba a repetir el texto. Adopta el lenguaje y las imágenes bíblicas a su propia experiencia de Dios.
Su enseñanza hace creer que la añorada llegada del Reino puede ser realidad. Se acerca a la gente y habla donde haya alguien para escucharle. Tiene un lenguaje propio y un mensaje que llega al corazón.
En las fiestas imparte su enseñanza mientras come y bebe, hasta el punto de ser tildado de comedor y borracho.
Las parábolas cautivaban al igual que sus dichos. Estas últimas son breves y concisos, y la gente se siente impactada. Otras veces habla con humor e ironía. La gente disfrutaba y reía, pero no olvidaba la lección. Es tajante en lo esencial. Sobre utilizar con gracia, juego de palabras que les divierten no poco.
Jesús utiliza los dichos populares, cuya autoría nadie conoce, de manera original para enseñar a entrar en el Reino de Dios. De entre los textos que más atraían a Jesús están los del profeta Isaías, pues en ellas se anunciaba un mundo nuevo para los enfermos y los más pobres: la pasión de su vivir.
Jesús sabe tocas el corazón y la mente de las gentes con sus sentencias, a fin de ayudarles a entender la vida desde el Reino.

SIGNOS DEL REINO- LOS MILAGROS DE JESÚS


El reino de Dios es salvación, es liberación. Para Jesús la salvación es la participación en el Reino. La salvación se actúa en cada momento, y comprende a todo el ser humano, en cuerpo y alma, en el aquí y en el más allá.
No se puede hablar de Jesús sin hablar de esas acciones suyas que han sido designados con el término milagro. Fueron seguramente la clave principal de su éxito popular, y una de las razones decisivas de la irritación que provocó en las autoridades.
Jesús lleno del Espíritu de Dios recorría sus aldeas curando enfermos, expulsando demonios y liberando a las gentes del mal, de la dignidad y la marginación excluyente. La vida de Jesús era la misericordia y el amor de Dios en acción. Jesús lo integra en una sociedad nueva, más sana y fraterna.
Los evangelios narran con detalle 32 milagros realizados por Jesús. Además de forma genérica, hablan de curaciones al hablar de un milagro de Jesús lo califican, más bien, de acción poderosa, de fuerza.
En muchas traducciones de la Biblia no aparece el término “milagro”, pero sí hallamos términos traducidos por portentos, señales, maravillas. La Escritura desconoce los conceptos natural y sobrenatural. En tiempos de Jesús no se cuestionaba la posibilidad del milagro ni se conocían las leyes, tampoco hoy, de la naturaleza para poder determinar lo que sobrepasa o las viola.
Para el judío, el mundo es más bien creación de Dios y está constantemente en las manos de Dios. Lo que conoce el creyente bíblico son actuaciones extraordinarias. En la lógica bíblica se podría decir: se da un “milagro” cuando la intervención de Dios, su bondad salvadora, se hace, por lo que fuera, más palpable. Para quien sabe sentir y mirar, todo es milagro, todo es presencia activa y bienhechora de Dios.
En esta misma línea, hay que señalar que la Biblia no pone acento alguno en lo milagroso en el sentido de prodigioso, sino en la dimensión de signo. Podríamos decir según la Biblia, es milagro, aunque este término no es bíblico, todo hecho, ordinario o extraordinario, que al judío le hace cercana y visible la mano amorosa de Dios; todo aquello que le recuerda la alianza y le suscita confianza en el presente y en el futuro.
Las curaciones y exorcismos de Jesús se sitúan en este ambiente popular cargado de expectativas, sobre todo en Galilea. Los exorcismos y las curaciones afectan más de cerca a la clase pobre. El éxito popular de Jesús se debió en buena parte a sus curaciones, a pesar de que también él se mostró bien crítico con el afán de los signos milagrosos.
Jesús no hizo muchas cosas espectaculares. Nunca exhibió sus poderes. Nunca rompió las leyes de la naturaleza. En los relatos de los milagros de los evangelios, no se habla de suspensión alguna de leyes de la naturaleza, sino de las prácticas compasivas de Jesús que abrieron la realidad y la vida a los abatidos de la casa de Israel.
Si nos atenemos al concepto moderno de “histórico”, hay que decir que no. Pero esto no significa que esos relatos no sean verdaderos en un sentido más profundo y real. Pues bien, el rigor y la honestidad nos impiden pensar que todos los hechos milagrosos de los evangelios son históricos. Jesús no hizo todos los milagros que cuentan de él.
Lo más seguro es que partiendo de un núcleo histórico, ha habido una ampliación o elaboración simbólica a partir de un hecho o actuación curativa de Jesús.
El hecho de que no sean históricos no significa de ningún modo que sean mentira, que no merezcan ser leídos, que no los debemos de creer. Son verdaderos: expresan la verdad más honda y más bella, y hemos de creer los de corazón. Pero creer significa acoger en el corazón y en la vida el mensaje consolador que nos comunican la presencia salvadora que nos ofrecen.



sábado, 17 de julio de 2010


SAN FRANCISCO DE ASÍS Y UNA DE LAS MUCHAS EXPERIENCIAS QUE MARCARON SU SEGUIMIENTO A CRISTO

El siguiente método, como se ha mencionado en clase, parte más desde una experiencia que el hombre tiene en su vida ordinaria. Esta experiencia que le marca para la vida, desde el momento que empieza a tomarle más importancia se da cuenta que lo que le pasa no es solo de un accidente, casualidad o azar de la vida; sino que tiene una dimensión que le hace cambiar el estilo de vida, le hace profundizar más el sentido de sí mismo, como se diría, un encuentro consigo mismo que le hará tener una actitud diferente consigo mismo y con los demás.
En este método quiero desarrollar la experiencia vivida por San Francisco de Asís, en su época de juventud. Lo que vivió, soñó y consiguió para su vida y de los demás. Buscar en Francisco un punto inicial de su proceso de discernimiento suele ser complicado, porque hay varios momentos que van determinando su proceso en la búsqueda y esclarecimiento de su proyecto para una vida en adelante.
La vocación de Francisco, o para ser más exactos, la respuesta que él dio en un primer momento a la llamada que el Señor le hizo, se llevó a cabo durante un proceso lento, en el cual se pueden distinguir seis momentos sucesivos de gran significado, cada uno de los cuales es identificable con un encuentro que resultó determinante en su proceso vocacional, en cuanto aportó un elemento nuevo a su visión de la vida o significó un cambio fundamental en la misma. Los encuentros o experiencias que tuvo fueron los siguientes: consigo mismo, con los pobres, con el leproso, con el Crucifijo, con el Evangelio y con los hermanos.
Aquí desarrollaremos con cierta importancia el primer paso del proceso, encuentro consigo mismo, en cuanto que constituye, según nuestra opinión el que más marca para las demás etapas de encuentro y discernimiento. Este encuentro consigo mismo va acompañado de la enfermedad y la prisión.
En el comportamiento de Francisco cuando se hallaba prisionero en la cárcel de Perusa, podemos descubrir uno de los primeros signos de que en su corazón se estaban dando algunos cambios fundamentales. Él, por naturaleza era alegre y jovial, lejos de aparecer triste se mostraba gozoso. Su sueño era ser un gran caballero, ser admirado por todos y llevar el nombre de su familia por alto, pero cae prisionero en la guerra contra Perusa. Durante su prisión no pierde la alegría que contagia a sus demás compañeros, a pesar de que le digan de que es un loco. Aquí aparece una actitud de un joven que ya comienza a preocuparse seriamente por su futuro. Es verdad que aún no parece tener ideas muy claras sobre el tipo de grandeza que desea y sobre cómo lograrla, pero sus palabras dejan entrever que el ambiente de la cárcel con todo lo que comporta a nivel de grupo, estaba dejando secuelas también en su corazón después de haber pasado varios meses privado de la libertad y en contacto con la angustia y desesperación de sus compañeros. Es muy posible que aquellos meses de crisis lo hayan obligado a entrar dentro de sí y a comenzar a mirar la vida de manera diferente a como lo había mirado hasta entonces.
Esta situación de limitación se prolongó con la enfermedad que sufrió poco después de haber salido de la cárcel. En ese momento ignoraba todavía los planes de Dios sobre él y estaba dedicado a las actividades comerciales de su padre que lo distraían.
Los escritos de San Francisco revelan que el santo vivió momentos fuertes de enfermedad: “… o por negligencia, o por mi enfermedad, o porque soy ignorante e indocto” (CtaO 39). “… no puedo visitarlos personalmente a cada uno, dada la enfermedad y debilidad de mi cuerpo” (2CtaF 2). “… a causa de la debilidad y dolores de la enfermedad, no tengo fuerzas para hablar” (TestS 2). Es lo que han recopilado los hagiógrafos a cerca de lo que Francisco menciona durante su enfermedad.
Las biografías señalan varias situaciones de enfermedad que vivió san Francisco, ya antes de recibir los estigmas (1224): 1202-1203: Prisión de Perusa. Malaria o tuberculosis. 1206: Luego de la Conversión. Úlcera gástrica.1215: Viaje a España. Dispepsia gástrica y afonía. 1216-1217: Asís. Malaria. 1219: Viaje a Damieta. Conjuntivitis tracomatosa y malaria. 1220-1222: Fiebres cuartanas, inicio de inflamación del bazo e hígado. 1223: Agrava los ojos y malaria que complica más al hígado y bazo.
La actitud de Francisco ante la enfermedad tiene un sentimiento religioso que lo ve como el dolor por los propios pecados, el desprecio de los falsos placeres, el temor al juicio divino un ardiente deseo de Dios y de la vida eterna. Francisco llama hermanas a la enfermedad y a la muerte. Clara de Asís agrega un sentido vicario: a favor del cuerpo de Cristo.
Francisco, acompañado de las “hermanas” enfermedad y muerte, revivió intensamente el seguimiento de Cristo, sobre todo en su Pasión. El encuentro místico con Cristo crucificado en cada enfermo empezó a manifestarse muy pronto: El leproso presentaba al cristiano fervoroso de la Edad Media una imagen viva del Crucificado. Francisco supera la repugnancia instintiva al besar a uno de ellos (en el año 1205; 2 Cel 9). Produce una transformación mística de las reacciones de su sensibilidad humana (“aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo”, Test 3) Inicia una visión completamente nueva del hombre enfermo, ya no como castigo sino como encuentro.
Todo pobre y enfermo era para el Santo una especie de sacramento de la presencia mística de Cristo en el ser doliente. No es mera contemplación, se tradujo en una continua disposición a ayudar: “Admirable era la ternura de compasión con que socorría a los que estaban afligidos de cualquier dolencia corporal; y si en alguno veía una carencia o necesidad, llevado de la dulzura de su piadoso corazón, lo refería a Cristo mismo” (LM 8,5). Francisco relacionó su propio sufrimiento con esa misma dimensión cristológica: Llega al punto de hacerle olvidar sus propios sufrimientos. No se atribuye la idea de martirio a su situación de enfermedad. Atribuye el título de mártir a aquel que “por amor del Señor” acepta la renuncia a lo necesario para el propio cuerpo tras haberlo solicitado “con respeto y humildad” sin obtenerlo: el Señor les “concederá el mérito del martirio” (LP 120e).
En su enfermedad Francisco no se dejó llevar por la flojera ni pereza: Su acción pacificadora entre el obispo Guido II y el podestá Opórtolo, 1225, mediante la estrofa del perdón que entonces añadió al Cántico del hermano sol y que hizo cantar ante los dos protagonistas de la contienda. Su exquisito detalle de “componer también unas letrillas santas con música, para mayor consuelo de las damas pobres del monasterio de San Damián, particularmente porque sabía que estaban muy afectadas por su enfermedad” (LP 85a). Francisco no cayó en la disminución de intereses ni la tendencia a la autoconmiseración. Estaba plenamente abierto a las exigencias de la caridad y de la evangelización.
La enfermedad de Francisco dentro de la fraternidad. Es el mandamiento evangélico del amor el que les da sentido al servicio a los hermanos. “Si alguno de los hermanos cayere en enfermedad, dondequiera que estuviere, los otros hermanos no lo abandonen, sino que se designe a uno de los hermanos o más, si fuere necesario, para que le sirva, ‘como quisieran ellos ser servidos’ (cf. Mt 7,12)”.
Sirviendo a los enfermos se expresa la verdadera capacidad de amar y el valor auténtico de la caridad, pues allí no hay recompensa inmediata: “Bienaventurado el siervo que tanto ama a su hermano cuando está enfermo, que no puede recompensarle, como cuando está sano, que puede recompensarle”(Adm 24).
Referencia a sí mismo, como prototipo del servicio deseado: Cuidado exquisito que se exige para con el hermano enfermo. Equilibrio de trato, empezando por uno mismo. Para que los hermanos enfermos no tuviesen escrúpulo en comer carne en días de abstinencia, Francisco daba ejemplo comiendo con apetito, para así, disipar los escrúpulos de los hermanos (Cf. 2Cel 22). Para ayudar he de dejarme ayudar. Hay que medir las fuerzas en la entrega a Dios, el sacrificio ha de ser condimentado (Cf. 2Cel 22).
En este primer encuentro de Francisco con Cristo a través de la enfermedad se puede notar el cambio de vida, actitud y compromiso con los demás. A medida que entiende su realidad y va adentrándose en el conocimiento del designio de Dios para él, empieza a ver con fe la situación que le toca vivir. Y como él mismo dice “todo lo que era amargo se tornó dulzura”. A partir de la enfermedad no se queda con las manos cruzadas, más bien trata de buscar el rostro de Cristo en los pobres, los enfermos y en la fraternidad que viven los hermanos. Su compromiso durante sus últimos años de vida, en un estado crítico de su salud no pierde la obediencia que prometió, tampoco la vida austera que quiso vivir. Le mejor testimonio que dio no fue de palabra, sino de obra.

QUIÉN ES CRISTO Y CÓMO ACCEDER HOY A ÉL

Luis Armendariz con su artículo quiere hacer notar las dos maneras de hacer cristología, descendente y ascendente, son dos caminos que llevan a estudiar la cristología. La descendente es conocida como tradicional o clásica, mientras que la segunda “moderna”.
La cristología descendente o clásica recurre a la encarnación del hijo eterno de Dios, se usa un lenguaje confesional más que teológico. Tiene un respaldo dogmático y ligüístico. En cierta manera esta perspectiva cristológica es irrenunciable.
A nivel teológico la cristología descendente arranca de la realidad de Dios y de su condición trinitaria. El tema central que es a la vez el problema capital, es la unión de la divinidad y la humanidad de un mismo sujeto.
Ha hechado mano de las categorías del pensamiento griego, los cuales se han convertido en categorías teológicas, llegando a ser dogmáticas. Ha pretendido mantener la verdad plena de Cristo contra quienes negaban o recortaban su divinidad o su humanidad.
La cristología descendente no puede pretender llegar a Jesús a priopri.
La cristología ascendente parte de Jesús, para remontarse desde él a su condición de Cristo y a los otros títulos que la fe le reconoce.
Esta cristología comienza con tres niveles: el Jesús del NT, se inicia por el testimonio del NT acerca de Jesús. Testimonio a partir de la Resurrección.
El siguiente nivel es a partir del Jesús de la historia. Es una distinción entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. No se habla de dos sujetos diferentes, sino de uno solo. Este nivel está ayudado por el método histórico como único camino.
El último nivel es del hombre que se pregunta por Jesús. Llamado antropocentrismo. Esto a partir de la modernidad, donde el hombre ocupó el primer lugar. Es así que la cristología moderna recoge el reto de la modernidad, y arranca del hombre Jesús, para redescubrir no solo al Crsito de la fe, sino a Dios.
Estas dos cristologías no se puede decir que trabajan de manera alejada; todo lo contrario, en algunos puntos la cristología ascendente ha funcionado bajo fórmulas descendentes. No existe una cristología descendente que no lleve implicada una ascendente. Ambas cristologías interpelándose mutuamente se legitiman una a otra. Los dos métodos no solo se legitiman, sino se reclaman mutuamente.

LA EXPERIENCIA DE LA ENFERMEDAD DESDE UN ENFOQUE TEOLÓGICO FRANCISCANO

En nuestros tiempos y en nuestra condición de homo viator tenemos que pasar por situaciones alegres, agradables, de gozo, de mucha algarabía; pero también en algún momento nos llega los momentos del dolor, sufrimiento que son causados por la pérdida de un ser querido, algún accidente o enfermedad. Estos últimos mencionados, se suele tomar como una desgracia, o “castigo” por parte de Dios, se le culpa a él de las situaciones difíciles que nos toca pasar. Estas experiencia marcan la vida tanto buena como mala, pero si se le ve con ojos de fe, se empieza un giro, tal vez llamarlo “antropológico”. Desde este punto vamos a tratar nuestro método. Para ello vamos a tomar de ejemplo a San Francisco de Asís y partiendo desde él, daremos luces para que nuestro sufrimiento, dolor y enfermedad no sea una carga. Este modo de llevar la enfermedad debemos tener en cuenta cuando nos encontremos en una situación como tal. Que como seres humanos descubrimos nuestra limitación de que somos frágiles, caducos y tenemos necesidad del otro para que nos dé la mano y acompañe, dejándonos también acompañar.
Los escritos de San Francisco revelan que el santo vivió momentos fuertes de enfermedad: “… o por negligencia, o por mi enfermedad, o porque soy ignorante e indocto” (CtaO 39). “… no puedo visitarlos personalmente a cada uno, dada la enfermedad y debilidad de mi cuerpo” (2CtaF 2). “… a causa de la debilidad y dolores de la enfermedad, no tengo fuerzas para hablar” (TestS 2). Es lo que han recopilado los hagiógrafos a cerca de lo que Francisco menciona durante su enfermedad.
Las biografías señalan varias situaciones de enfermedad que vivió san Francisco, ya antes de recibir los estigmas (1224): 1202-1203: Prisión de Perusa. Malaria o tuberculosis. 1206: Luego de la Conversión. Úlcera gástrica.1215: Viaje a España. Dispepsia gástrica y afonía. 1216-1217: Asís. Malaria. 1219: Viaje a Damieta. Conjuntivitis tracomatosa y malaria. 1220-1222: Fiebres cuartanas, inicio de inflamación del bazo e hígado. 1223: Agrava los ojos y malaria que complica más al hígado y bazo.

La actitud de Francisco ante la enfermedad tiene un sentimiento religioso que lo ve como el dolor por los propios pecados, el desprecio de los falsos placeres, el temor al juicio divino un ardiente deseo de Dios y de la vida eterna. Francisco llama hermanas a la enfermedad y a la muerte. Clara de Asís agrega un sentido vicario: a favor del cuerpo de Cristo.
Francisco, acompañado de las “hermanas” enfermedad y muerte, revivió intensamente el seguimiento de Cristo, sobre todo en su Pasión. El encuentro místico con Cristo crucificado en cada enfermo empezó a manifestarse muy pronto. Todo pobre y enfermo era para el Santo una especie de sacramento de la presencia mística de Cristo en el ser doliente. Francisco relacionó su propio sufrimiento con esa misma dimensión cristológica: Llega al punto de hacerle olvidar sus propios sufrimientos. No se atribuye la idea de martirio a su situación de enfermedad.
La enfermedad de Francisco dentro de la fraternidad. Es el mandamiento evangélico del amor el que les da sentido al servicio a los hermanos. “Si alguno de los hermanos cayere en enfermedad, dondequiera que estuviere, los otros hermanos no lo abandonen, sino que se designe a uno de los hermanos o más, si fuere necesario, para que le sirva, ‘como quisieran ellos ser servidos’ (cf. Mt 7,12)”.
Sirviendo a los enfermos se expresa la verdadera capacidad de amar y el valor auténtico de la caridad, pues allí no hay recompensa inmediata: “Bienaventurado el siervo que tanto ama a su hermano cuando está enfermo, que no puede recompensarle, como cuando está sano, que puede recompensarle”(Adm 24)

Con el ejemplo presentado, queremos hacer ver que la enfermedad no debe verse como un castigo, ni mucho menos como una desgracia; sino verlo como lo vio Francisco una gracia que nos hace ver que somos frágiles y que sentimos necesidad de otros. Nuestra enfermedad debe ser vista con ojos de fe, esperanza y caridad para con nosotros mismos y con los demás. Donde tenemos que aprender a llevar el dolor no como una carga, sino como un manera de vivir el Evangelio, explícitamente el seguimiento a Cristo. Aprendemos a ser pacientes, tolerantes. San francisco de Asís lo aprendió y lo hizo como un camino de seguimiento y acercamiento a Cristo desde los pobres y los enfermos. Él no se sentía compadecido, sino fortalecido y acompañado por sus hermanos.
Es, creemos lo que se debemos hacer en los momentos que nos toque pasar; y los que viven estos momentos no han de olvidarse de lo que aprendieron y predicaron a los que en algún acompañaron en la enfermedad. Que sepan dejarse acompañar y reconocer de la fragilidad que están hechos.

lunes, 22 de febrero de 2010

LA EDAD DE ORO, LA MITAD DE LA VIDA, LOS 40.


Esta vez me llamó la atención un artículo publicado en la revista de teología pastoral Sal Terrae, dicho artículo lleva por título:La mitad de la vida.”Tesoros en vasijas de barro”, de la profesora de Psicología, Ana García- Mina Freire. Ella detalla la llegada a la edad de los cuarenta donde el ser humano (varón o mujer) adquieren, se podría decir, la perfección de sus vidas y complemento total de lo que han vivido y viven hoy. Es decir que cosechan lo que han sembrado, sean buenos o malos momentos de toda su historia personal, familiar, comunitaria, religiosa, parroquial, empresarial, etc.
Dentro de sus trabajo la Profesora detalla cosas positivas y limitaciones que a esta edad, 40, suelen tener todo hombre, sin distinción. Es por eso que hago un resumen de su trabajo, resaltando los aspectos ya mencionados anterioremente.
La mediana edad, de los 40 a 45, parece que es el momento evolutivo menos abrupto, más previsible, lineal y evidente. En esta edad se llega a ser lo que se quiere ser. A los cuarenta, una persona ha desarrollado básicamente su identidad. Con mejor o peor fortuna, ha conquistado sus autonomía y ha ido decidiendo a quienes amar , con quienes compartir la vida y dónde realizarse como persona. Para esta edad uno/a ya tiene una vida impresa en una vocación, en unos proyectos y vinculaciones con los que da sentido a sus días.
A los cuarenta se tiene el automático puesto, sigue el itinerario marcado, asumiendo algunas goteras propias del paso del tiempo y haciendo frente a las demandas que le requieren desde su vocación, su vida personal, familiar, comunitaria y profesional.
Es el momento en el que muchos alcanzan sus mejores logros; se trata de una generación que, aunque su reloj biológico continue su cuenta atrás, se vive en plenitud de capacidades.
Es la generación de la generatividad. En sus interior siente que tiene mucho que ofrecer. Convivir con la ambigüedad y lo complejo de las cosas le ha ayudado a situarse con competencia y seguiridad. Sus mienbros sienten un gran dominio y eficacia en aquello que hacen. La experiencia les permite tener un mayor control y habilidad para tomar decisiones y resolver los problemas cotidianos de la vida.
Para la generación intermedia, lo que el paso del tiempo ofrece es la posibilidad de asumir la finitud de la vida con mayor lucidez y realismo.
Por otro lado, al llegar a estas edades, es frecuente ver cómo hay personas que no se llevan nada bien con su cuerpo. Le reclaman que tenga la misma vitalidad, aguante, agilidad y belleza que años atrás.
Al llegar a la mediana edad de la vida, también, el cuerpo no tiene tantos recursos como antaño para hacer frente a las exigencias que se le pide. Tiene menos reservas y resistencia y se recupera más lentamante de los sofreesfuerzos que se le exige.
Con los años la vida se pone poco a poco en el sitio que le coresponde y viene siendo conciente de que, cuanto más se decide ser, tanto más patente e inequívoco se muenstra el talón de Aquiles que toda persona posee, lo cual recuerda la fragilidad. Una fragilidad que contrasta con todas las potencialidades, recursos y capacidades que uno tiene.
A las condiciones mencionadas tendremos que llegar en un monento determinado de nuestra vida, somos responsables de cómo lo afrontaremos el problema en el futuro; o cómo nos estamos preparando para tal etapa de la vida.

domingo, 14 de febrero de 2010

LA AMNESIA DEL AMOR

Este mes de febrero, de manera especial del día 14, se celebra el día de San Valentín o día del amor. Fecha en el cual muchos dicen recordar y celebrar un año o muchos de enamorado o de pareja. Lugar también que sirve para declaraciones y promesas de un amor “eterno”, para toda la vida. Estas promesas llevan, muchas veces a los adolescentes y jóvenes, a perder la cabeza, los sentidos, la noción por el tiempo y dicen vivir para la otra persona y que sin la otra no tienen valor sus vidas. Sin embrago, son palabras que se lleva el viento, como la arena que por un momento sienta base y cuando viene un fuerte viento arraza con todo; o como se diría en latín “flatus vocis”( palabras vacías).
Este acontecimiento viene acompañado de entrevistas a los psicoanalistas, psicólogos, terapeutas de parejas sobre qué es el amor, cuál es el fin. En las lecturas que he realizdo he podido ver que hay una definición muy compleja, algunos dependiendo del caso de pareja o relación que tengan. En ese amor que definen los profesionales, el cual se declaran las mayoría de los jóvenes y adultos suele haber una cierta amnesia por el amor veradero, por el sentido sincero de amor.
La anmesia del amor ha hecho que se caiga en el mero pasatiempo- vacilón con el primero o la primera persona que se cruza, algunas veces se ha visto tan solo la parte física, lo aparente. Los ojos bonitos, los labios, la esbeltad del cuerpo, etc. Un joven decía que estaba enamorado de su pareja porque tenía los ojos verdes. Luego se le hizo la pregunta: “¿ Y si pierde la vista por algún accidente o se queda ciega, que pasará,la seguirás queriendo y estarás enamorado de ella?”. No hubo respuesta por parte del joven. Esto revela que se dejan llevar por la superficialidad, dejando de lado el amor del corazón que trasciende lo aparente, la estética. Aunque puede ser un lado bueno.
El olvido del amor ha hecho que se caiga en la relación material, donde el dinero y el estilo de vida suelen ser lo más importante. Si bien puede existir muy en le fondo el amor este se corresponde más por el goce económico.
El amor que trasciende es aquel que mira con ojos benévolos y decubre lleno de cariño las cosas que está a su alrededor, es el que reconoce el amor recibido como un don. Deja en el corazón la consoladora certeza de haber sido amado, primero por Dios, y luego por otras personas como los padres, los amigos, enamorados (as) y demás.
El amor es fidelidad, espera y se commueve, que vuelve y corre a su encuentro. Para terminar transcribo el texto de la Carta de San Pablo a los Corintios: El amor es paciente, es servicial ; el amor no es envidioso, no es jactanciosa, no se engríe; es decoroso, no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se elegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo escusa, todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. (1Cor 13, 4-7)

miércoles, 20 de enero de 2010

EL AUDIFONO NOS LIMITA A HABLAR Y NOS HACE PERDER LA CAPACIDAD DE HABLAR


Hoy en día, al parecer, la fiebre de los aparatos electrónicos y móviles es algo natural en la vida de todo ser humano. Sin ellos no pueden estar tranquilos, y menos vivir bien.
Se ha vuelto cotidiano en nuestros días el uso del audífono que va conectado al Mp3, Mp4 o al celular. No hay persona (adolescente, joven, adulto, anciano e incluso los niños) que no tengan dicho “aparatito” puesto en las orejas durante el trayecto hacia el trabajo, centro de estudios, deporte, al hacer caminatas o correr por las mañanas. Parece ser entretenido escuchar mi propia música, mi género, mi Mp3 o Mp4; sin escuchar otras noticias, acontecimientos del día o música de otro tipo, como el que está sintonizando en el bus. Tan solo escucho lo que quiero y punto.
Suele ser, al parecer, una cosa normal usar el “aparatito”, sin embargo eso hace que no tengamos en cuenta a los demás, no se le presta atención y mucho menos el servicio o la caballerosidad y respeto hacia la otra persona. Lo digo porque ahora que tengo que tomar el bus para ir al centro de estudios, veo que el 70% o el 80% de los pasajeros con audífonos en los oídos. Y me pregunto: ¿Tendrán capacidad de escucha o de comunicación? ¿Sabrán es cuchar a otras personas? Y saco conclusiones que son evidentes: el poco diálogo, el entendimiento limitado y una interrelación que está por los suelos. Luego hay quejas de falta de comunicación o llamamos al diálogo cuando surgen conflictos y problemas. De dónde se puede sacar el diálogo con este tipo de fenómeno, fiebre, como quiera llamárselo que invade a grandes y pequeños. No hay formación en la escucha, sino una deformación del oído y de la escucha, que trae consecuencias; si hablamos del sentido oído, están las enfermedades ya conocidas; y las otras consecuencias ya les mencioné.
Puede parecer que esta opinión está en contra, y para algunos que no están de acuerdo con la época y circunstancias. Solo quiero hacer notar este fenómeno que invade, desde luego que no es el único; pero he querido centrarme en este “aparatito”. Pues afecta en la relación y la formación, especialmente de los niños, adolescentes y jóvenes.
Tal vez tengan capacidad de escucha, pero se trunca cuando se encierran en un mundito que se llama mío, me, para mí, etc.
Sepamos escuchar las cosas de la vida cotidiana, lo que le sucede a la otra persona para solidarizarnos, compartir o escuchar opiniones y sugerencias. Será una manera de formarnos en la escucha, no seremos ajenos a nuestra realidad y tampoco a nuestra historia
San francisco nos sugiere que inclinemos el oído para escuchar las palabras que son espíritu y vida. La expresión inclinar el oído nos envita una vez más al deseo de escuchar, lo cual es muy saludable para nuestro tiempo.

martes, 19 de enero de 2010

LA FELICIDAD

La felicidad no depende del lugar que ocupemos, ni del puesto que hemos escalado en nuestra profesión, ni de lo que poseemos; sino de nosotros mismos, según que sigamos, o no, el rumbo que el Señor amorosamente nos trazó
La voluntad guiada por la luz de la razón y de la, debe imponerse a nuestras instintivas tendencias y gobernarlas y orientarlas para el bien. Para esto es necesario educar la voluntad. Dominar un temperamento explosivo, reprimir los movimientos de cólera, resistir a la tentación nos ayudará a conseguir el dominio de nosotros mismos. Es que es formar parte de la educación de la voluntad.
La falta de dominio propio conduce a la ruina del individuo y de la sociedad. El autodominio es necesario para el desarrollo de la personalidad como lo demuestra la moderna psicología profunda. La salud psíquica no es posible sin la aceptación generosa de las exigencias de la ley moral.
La felicidad del hombre no está en satisfacer las pasiones, sino en seguir libremente el rumbo marcado por Dios. La satisfacción de las personas puede dar placer, pero placer no es lo mismo que felicidad. La felicidad es un estado, algo duradero. Aquel puede ser puramente sensitivo. Este es propio de la naturaleza intelectiva y radica en las facultades superiores del hombre. Los que se dejan guiar únicamente por las tendencias no pueden ser felices, encuentran la angustia y la frustración. Por eso decía un pensador: “placeres, mis socios y mis tiranos” y Alfredo de Muset afirmaba: “Después de los placeres, siento un vacio, un disgusto tan profundo, que me siento morir”
Son del Eclesiastés estas palabras: “No me he privado de ninguna clase de placeres; y en todos ellos no he hallado más que vanidad y aflicción de Espíritu” (Ecle.2, 10)
Carlos IX preguntó a un poeta célebre:
- ¿De todos los seres cuál es el más feliz?
- Dios
- Pero ¿De entre los hombres?
- Aquel que más se asemeja a Dios.
- Y,¿Qué es más lo que se asemeja a Dios? ¿La fuerza? ¿El poder?
- ¡No! ¡La práctica de la Virtud!

jueves, 14 de enero de 2010

¿EL ESTRÉS DE JESÚS?

Después de leer el libro que lleva el mismo título con el que escribo este artículo, quiero hacer un comentario y dar mis puntos de vista al respecto.
El autor, Dr. Daniel López Rosetti, especialista en clínica médica y cardiólogo universitario, hace muy bien en desarrollar la situación del Jesús histórico; pues nuestra teología y nuestra Iglesia han dado mayor importancia a la divinidad de Cristo. Se aplaude esta apertura de querer dar espacio a Jesús hombre que vivió dentro de una realidad y situación de su época.
Vivir en una realidad no le ha eximido de problemas como el social, político y económico. Para el Autor estos factores le han podido llevar a tener un cuadro de estrés como a cualquier persona. El estrés es innato al ser humano, no hay vida sin estrés, pero adquiere diversos grados dependiendo de la resistencia que pueda tener la persona que lo padece. A veces el estrés es bueno (Eutrés) y en otros momentos malo (Distrés)
Evaluar las condiciones estresoras y el estrés resultante de un hombre que vivió hace 2000 años es posible, pero cuando ese hombre es Jesús requiere de un cuidado y una cautela especial. Jesús no fue un hombre más fue un hombre que cambio la historia.
Para este trabajo se ha tenido que buscar hechos, datos y circunstancias históricas, a saber testimonios que permitan asumir que nos estamos refiriendo a un hombre de carne y hueso. También se ha tomado pasajes del Evangelio en los cuales Jesús tiene contacto con la sociedad. Según las investigaciones, algunos momentos le ha causado más estrés que otros. Podemos mencionar algunos: la expulsión del templo por los abusos que se cometían, el momento de su prisión y todo el proceso de la pasión hasta llegar a la crucifixión. Es en estos momentos donde ha tenido mayor estrés Jesús, así lo refiere el Doctor, de acuerdo a sus investigaciones y estudios
Jesús ha sido una persona muy fuerte por el oficio de carpintero, el texto hace mucho énfasis en este aspecto, dicho oficio le ayudó a formar un cuerpo rudo; pues realizaba trabajos que demandaban mucha fuerza y estar en constantes viajes. Esta labor le hizo capaz de soportar el estrés, llegando a tener el Eutres. Por eso su reacción ante una situación engorrosa no era de alteración, ni de discusión; todo lo contrario, era de afabilidad, tranquilidad para responder ante cada interrogante por parte de los fariseos y sumos sacerdotes. Mucho más todavía con la gente sencilla y niños que iban hacia él.
Estos son los puntos que remarco de mucho valor en la lectura; sin embargo, el autor al querer aterrizar en algún tema concreto no le ha sido muy fácil, lo cual lo ha llevado a divagar y quedarse en el aire en su investigación. A pesar de contar con datos históricos, carece de mucha información. De todas maneras trata de llegar desde la ciencia médica, a través de las hipótesis, dar conclusiones a los temas en forma de resúmenes después de cada capítulo.
Dejando de lado las pequeñas dificultades que tiene el autor, se valora el esfuerzo de lograr este trabajo, en el cual, como decía al inicio, nos muestra una ventana más para mirar al Jesús hombre, y desde ella tratar de entenderlo. Ya que, a veces, desde lo divino cuesta entenderlo.

domingo, 10 de enero de 2010

SITUACIÓN SOCIO- CUTURAL JUVENIL


Hoy en día la situación socio- cultural de la juventud es estudiada desde distintos focos, con temas diversos. Se toma un problema concreto para analizarlo en el cual se ven las causas y consecuencias de la problemática; muy pocos han enfocado el problema desde la perdida por sentido del misterio y de una cultura débil por la que atraviesan este numeroso grupo social.
Quiero analizar y desarrollar estos dos puntos teniendo en cuenta lo expuesto por Amedeo Cencini en su libro “La fascinación siempre de la virginidad”
El joven de hoy ha perdido o está perdiendo progresivamente el sentido del misterio. En efecto, está sustancialmente satisfecho de su propia condición, no tiene grandes contrastes con el mundo de los adultos; ni hay expectativas ni aspiraciones particulares para sí y para los otros. G. De Rosa dice: “que la juventud de hoy es sin grandes aspiraciones y sin altos ideales; una juventud pragmática, más interesada en vivir lo mejor posible el momento presente que proyectar y preparar el futuro; es una now generation”
Por un lado está la presunción de saber cuánto es necesario para vivir; por el otro, la sensación de no poder conocer ni el misterio del propio yo, ni mucho menos algún misterio que nos supere. Esta pérdida del sentido del misterio tiene un reflejo particular en cuanto se refiere a la sexualidad. En todas las culturas, en efecto, bajo cada latitud, la sexualidad ha sido siempre considerada un misterio, que tiene que ver con las fuentes de la vida y de la muerte y al que por eso se accede con respeto y temor.
El sexo se ha convertido así un objeto de consumo como tantos, más aun, el ingrediente necesario parta hacer apetecible en el mercado todos los otros proyectos, el elemento más común, el más masificado. Se ha exorcizado tremenda y fascinante, banalizándolo y ocultándolo. Pre- adolescentes y adolescentes han aprendido a incluir fugaces experiencias sexuales entre los elementos de una “calidad de vida” ansiosamente buscada, al lado de la compra de un Mp4 , Lap Top, carro, celular y los viajes que son placenteros.
De esta forma la sexualidad ha dejado de ser un misterio. Y si el misterio se empequeñece, el hombre queda como un pobre ser mutilado y homologado, reducido a una dimensión, una sola de los estímulos epidérmicos.
Probablemente, a todo en forma estrecha a la pérdida del sentido del misterio encontramos este fenómeno ulterior, el de una cultura débil. La debilidad de la cultura nos presenta su consecuencia a nivel de los contenidos antropológicos. Algunas consecuencias de esta cultura:
La caída del deseo y del desear. Es un fenómeno que, en realidad, ha tenido una larga incubación en la sociedad actual, cumple un trazado que desde la gratificación del instinto del placer “culturalmente” impuesta como estilo de vida conduce lentamente a la inercia de la muerte psíquica o bien de la indiferencia general, a la incapacidad de gozar de aquello que la vida ofrece, como también a renunciar a las propias pretensiones. De allí, se sigue hacia una pobreza cualitativa y a la reducción cuantitativa de los deseos, casi a una parálisis o una lenta eutanasia de la capacidad de desear. Cuando el deseo es débil, también es débil la atracción del valor a la vida, a la juventud y a los sueños.
La crisis de la belleza y del sentido estético, es otro de las consecuencias; si el pensamiento es débil, ya no está en condiciones de alcanzar la verdad, entonces, no existe más belleza o la señal estética será muy efímera el criterio ambiguo y el hombre incapaz de contemplar la belleza; en consecuencias, es también impedida de conseguir su fin, que es expresar el encanto de la verdad, ofrendando motivaciones a la elección de un individuo, inevitablemente atraído por la belleza.
Hoy da miedo la crisis del gusto y del decaimiento del sentido estético y desagrada, es evidente, quienes la sufren son sobre todo los jóvenes y que tal crisis repercute negativamente en la vida y en las elecciones existenciales. Se necesita también la motivación “estética”, o sea, la capacidad de dejarse atraer por algo que se ha experimentado como intrínsecamente bello y que la belleza a la propia vida va descubriendo, por consiguiente, de que es bella, no solo justa y santa, darse a Dios, ser totalmente suyo, contarlo, celebrarlo, anunciarlo, amarlo, servirlo (Amedeo Cencini)
Otro mal del siglo, el narcisismo, es el síndrome no tanto de quien no ha sido amado, sino de quien no reconoce el afecto recibido, no se conforma o lo desprecia sutilmente porque es limitado o porque proviene de personas limitadas o lo da por descontado, como si fuera un derecho, sin sentir alguna gratitud.
El narcisista es una mezcla de ingratitud y de glotonería o un triste y extraño enamorado de sí, furioso porque siente que la vida no le ha dado lo suficiente; pero está enojado más consigo mismo, porque está necesitado del afecto de los otros y es incapaz al mismo tiempo, de dejarse querer y de reconocer el amor que le es ofrecido. Su vida, en consecuencia, se arriesga en una permanente búsqueda de amor jamás satisfecha y por eso frustrante, porque el éxito de la imagen exterior no significa necesariamente el aumento de la estima de sí o la experiencia de una amabilidad intrínseca.
Estas dos situaciones que viven los jóvenes, a parte de los otros desde luego, han sido causa de que no asuman una vida y un proyecto con bases sólidas; se han llenado de lo vacio, efímero y pasajero. Se han creído ser los súper hombres, de poder hacer todo desde su capacidad, sin necesitar de nadie que les guie; teniendo como resultado el narcisismo, la soledad y le individualismo egocéntrico.