martes, 29 de diciembre de 2009

EL CARISMA DE LA JERARQUÍA EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA

El amor es la esencia del cristianismo, el carisma esencial y el carisma de los carismas en la vida de toda la Iglesia, Iglesia sacerdotal de clérigos y laicos, como nos lo enseñó Jesucristo con el mandamiento nuevo y con toda su historia de amor y salvación, a la luz de los cuatro evangelios y del resto del NT. Obra cumbre de Dios, como lo llamaba el Doctor Sutil y Doctor del Verbo Encarnado, el humilde beato franciscano Juan Duns Escoto. Obra cumbre, cristocentrificada históricamente, del amor infinito de Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y de cómo hemos de entender prácticamente, ese amor carismático, esencia de la Iglesia, carisma –don personal otorgado gratuitamente por el Espíritu Santo, como todo carisma, para el bien común, y cómo lo hemos de vivir e irradiar en la iglesia y desde la Iglesia, nos lo describe magistralmente San Pablo en su extraordinario Himno del Amor (1 Cor 13, 1-13).
Lo afirmado anteriormente sobre el mandamiento del amor y sobre la caridad o amor como carisma esencial del cristianismo y de la Iglesia ha inducido a muchas sectas y algunas iglesias de origen protestante a sostener que la Iglesia de Cristo no sería más que una Comunidad de Amor, una Iglesia del Espíritu, una iglesia Pentecostal, etc.… Eso es un error.
La iglesia es todo un inefable Magisterio trinitario, cristológicos divino- humano, eclesial, en medio del mundo. Está absolutamente fundamentada en Cristo Dios y hombre verdadero, y, por lo mismo, en Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Cristo, Dios- hombre, Sumo Sacerdote, único Mediador, histórico, total es el cimiento, la cabeza suprema y la piedra angular de la misma Iglesia, que vive resucitado y la asiste inseparable e imperecederamente hasta el final de los siglos. Y así afirmamos con toda propiedad, que la Iglesia es radicalmente Vocación y Comunión de todos los hombres, comunidad de fe, de amor, de esperanza, familia de Dios, pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Reino de Dios, Templo del Espíritu Santo, Iglesia sacerdotal, etc., términos éstos que, aunque no son totalmente sinónimos, tampoco se deben entender como completamente distintos, sino como íntimamente unidos en el único Misterio de Cristo y de su Iglesia, la Iglesia como esposa de Cristo, absolutamente inseparables.
La Iglesia está también fundamentada, en Cristo, con Cristo y por Cristo, en su santísima Madre, como la Madre de Jesús, y Madre nuestra, dentro del cristocentrismo universal, y por eso, juntamente con el Evangelio de Jesucristo, entenderemos y viviremos, inseparablemente, el Evangelio de María, María de Nazaret, Virgen y Madre, esposa de José.
La Iglesia es realidad escatológica- soteriológica, definitiva, de los últimos tiempos de Cristo resucitado que vive en ella, la sostiene, la anima y redime esperando la consumación alegre y glorioso de los siglos.
Es Sacramento de Salvación en medio del mundo, para todos los hombres, por eso la llamamos Iglesia Católica, universal, a la vez que Iglesia local, abierta a todo los pueblos, esencialmente misionera, etc. Y la Iglesia es esencialmente carismática por la caridad- amor y demás carismas del Espíritu Santo, incluido el carisma de la jerarquía, o don de gobierno.
(Tomado del artículo “Amor y fidelidad a nuestra Madre Iglesia: Iglesia carismática, Jerárquica, sacerdotal, en medio del mundo”, Fr. Antonio Goicoechea Mendizábal, OFM)

lunes, 28 de diciembre de 2009

LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA





La Eucaristía es el sacramento que celebramos más a menudo. Pero, en los últimos años la participación en la Eucaristía ha disminuido notablemente. La celebración dominical ha entrado en crisis. Los jóvenes se quejan de que la misa es aburrida, de que siempre lo mismo. La Eucaristía “no les llama”, no les dice nada.
Si buscamos las causas de por qué la Eucaristía ha perdido atractivo, tropezamos con la cuestión principal: ¿Cómo podemos expresar en común nuestra fe en tiempos de posmodernidad? En la celebración de la Eucaristía se concentran los principales problemas de nuestra Iglesia actual y también los de toda la sociedad. La Eucaristía es ceremonia. La Eucaristía es memoria. En ella se cuentan historia inspiradas en el pasado. La Eucaristía es celebración en común. En la comunidad de la celebración eucarística cobran sentido todas las dificultades de dinámica de grupos que encontramos en nuestras relaciones.
Pero solo mediante unos toques de maquillaje no podemos volver atractiva la Eucaristía. Se trata sencillamente de entender la Eucaristía de manera que logre interpelarnos y fascinarnos. Siempre hemos de tener presente qué es lo que celebramos realmente en la Eucaristía y por qué vamos a misa. De lo contrario se convertiría en algo rutinario y no podremos trasmitirlo.

1. PISTAS PARA COMPRENDER LA EUCARISTÍA
Se tiene que Tratar de contemplar algunas imágenes que puedan desvelar el misterio de este sacramento. La celebración eucarística incluye una liturgia de la palabra, en la que escuchamos e interpretamos la palabra de Dios, de manera que podamos entendernos mejor a nosotros mismos y descubramos el sentido de nuestra vida. Y culmina con el alimento sagrado, en el que llegamos a ser uno con los demás y con Jesucristo que se brinda así mismo como alimento y como bebida en las ofrendas del pan y del vino. Jesús nos mandó celebrar una y otra ves esta cena sagrada. (Lc. 22, 19s)

1.1 CENA CONMEMORATIVA
La Eucaristía es esencialmente recuerdo de un acontecimiento antiguo, para que vuelva a sucedernos a nosotros. La eucaristía trae del pasado lo que fue salvífico, santo, singular. Como cristianos, no celebramos la Eucaristía en recuerdo de la última cena de Jesús, sino como memorial de todo lo que Dios hizo por Jesucristo. Pero conmemoramos ante todo la muerte y la resurrección de Jesús, que concentran, en cierto modo, toda su actividad y pensamiento. Precisamente en medio de nuestro tiempo sin memoria y sin historia es importante celebrar el recuerdo de la salvación que tuvo lugar en la historia de Jesús, para que siga sucediéndonos en el momento presente.
En la Eucaristía solo celebramos la historia liberadora y resplandeciente de Jesús, sino todo lo que en su historia, Dios ha obrado en la historia de los hombres. Por eso en la Eucaristía escuchamos una y otra vez los relatos inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento.

1.2 EUCARISTÍA COMO TRANSFORMACIÓN
Se trata, en definitiva, del orden de su amor. Pan y vino se convierten en expresión profunda del amor de Jesús. Se transforma en algo diferente, en el cuerpo y la sangre de Jesús, signos de su entrega en la cruz por amor. La teología moderna ha tratado de expresar el misterio de esta transformación con otras imágenes.
Jesús escogió el pan que se parte, porque expresa perfectamente cómo se deja romper por amor en nuestro favor, para que a nosotros no nos quiebre el desamor de nuestro entorno. Y escogió el vino como realidad que condensa todo lo que había dicho a los discípulos en su discurso de despedida.
Pero no podemos limitar al pan y el vino la transformación que tiene lugar en la celebración eucarística. En las ofrendas del pan y vino presentamos ante Dios toda la creación. Y en la Eucaristía expresamos que todo el mundo, en lo más íntimo, está totalmente penetrado por Cristo, que nosotros encontramos a Cristo en todas las cosas. Todo lo que presentamos a Dios, lo transforma en el cuerpo de su hijo en la Eucaristía.
Hay quienes piensan que es imposible celebrar todo los días la Eucaristía como fiesta del amor de Dios. Pero la transformación de nuestro mundo, de nuestro trabajo, de nuestros esfuerzos, de nuestra vida cotidiana, podemos celebrarla a diario con toda tranquilidad. Pues ahí ponemos de manifiesto, que en nuestra vida cotidiana, tampoco estamos solos, que la Eucaristía pone un sello en nuestra vida, incluso en sus acontecimientos más triviales, y quiere transformarla. La Eucaristía es expresión de la confianza en que, mediante la celebración de la muerte y resurrección de Jesús, incluso lo que está duro se va a transformar en vida nueva.

1.3 EUCARISTÍA COMO SACRIFICIO: EJERCITARSE EN EL AMOR
En principio, sacrificio que algo terrenal es elevado al ámbito de lo divino, que ese algo se le da a Dios, porque es a Dios a quien pertenece. El concepto de “sacrificio” se revela, en nuestros días, como algo de gran actualidad. Hoy todo tiene una finalidad.
En la Eucaristía devolvemos nuestra vida a Dios, de quien la hemos recibido. Pertenece a Dios. Situamos nuestra vida en la esfera de Dios, a la que pertenece verdaderamente. Y, a partir de Dios intuimos quiénes somos verdaderamente.
El segundo significado de “sacrificio” es el de ofrenda, entrega. Cuando la Biblia afirma que la muerte de Jesús es un sacrificio, está queriendo decir que Jesús, en la muerte, lleva a cumplimiento su amor. Jesús no vino a la tierra para morir por nosotros, sino para anunciarnos la buena nueva de la cercanía del Dios del amor. Cuando celebramos su muerte y resurrección en la Eucaristía, nos situamos al abrigo de este amor desde el que nos llama a cada uno personalmente, por nuestro nombre. En la celebración del sacrificio de la cruz llegamos al convencimiento de que el amor de Cristo toca y transforma todo lo que en nosotros hay de opuesto y contradictorio.
En la celebración de la Eucaristía reconocemos nuestra disposición para adoptar la actitud de entrega que Cristo tuvo antes que nosotros. De este modo se expresa nuestra firme intención de amar a Dios y al prójimo, uniendo nuestra suerte a la de Jesucristo, y nuestro deseo de dejarnos transformar por Cristo a imagen de su amor.


1.4 EUCARISTÍA COMO MISTERIO: EL SUEÑO DE DIOS SOBRE LOS HOMBRES
Misterio significa iniciación en los secretos de Dios. La iniciación o introducción tiene lugar en la representación del destino de Dios por medio de diferentes ritos.
Los padres de la Iglesia de occidente entendían la Eucaristía como la celebración de la vida de Jesucristo, su encarnación, los prodigios que realizó, su muerte y resurrección.
La Eucaristía representa en sus ritos el misterio de la encarnación de Jesucristo, el sueño de Dios a cerca de nosotros, los hombres, que nos hacemos uno con Dios. En los diferentes ritos de mezcla se expresa precisamente que nosotros, al igual que Jesús, nos hacemos uno con Dios.

1.5 EUCARISTÍA COMO FRACCIÓN DEL PAN
La fracción del pan representa la culminación del amor de Jesús su entrega en la cruz. Pero también remite a todo los encuentros de Jesús con los hombres, con los que compartió su tiempo, su fuerza y su amor. En la fracción del pan se pone de manifiesto que Jesús no vivió para sí mismo, sino que durante toda su existencia se partió por nosotros parea hacernos partícipes de sí mismo y de su amor. Jesús es esencialmente un “ser para…”, una “existencia en favor de …”. En la fracción hay alguien totalmente a favor nuestro, hasta el punto de que intercede por nosotros incluso en la muerte, y nos ama.
La fracción del pan tiene que ver con el compartir. Compartir es una imagen importante de la celebración de la Eucaristía. La Eucaristía no es simplemente invitación a compartir con otras personas lo que tenemos, a dar nuestro pan a los hambrientos. La Eucaristía es ya en sí misma la celebración del compartir. Compartimos unos con otros nuestro tiempo, el mismo espacio. Cuando, en la Eucaristía, compartimos nuestra vida, nuestros deseos y aspiraciones, nuestros sentimientos y necesidades, nuestros temores y esperanzas, estamos creando espacios para la comunidad, para la hospitalidad.
La fracción del pan es, al mismo tiempo, una invitación a abrirnos unos a otros, a romper nuestra coraza emocional y a permitirnos mutuamente franquear las puertas de nuestros corazones.

2) ESTRUCTURA DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
A muchos la celebración de la Eucaristía les resulta aburrida, porque se desarrolla de la misma manera. Desearían que hubiera más variedad. Si se llega al extremo de la variación de nuestra Eucaristía se perdería la esencia. Por eso no podemos ceder a la presión de la innovación, porque por otro lado se pierde el contenido esencial de la Eucaristía.
Todos los ritos que forman parte de la celebración de la Eucaristía pretenden presentarnos algún aspecto del amor de Jesucristo. Su finalidad es mostrar ante nuestros ojos, de manera patente, lo que Jesús hizo por nosotros y por nosotros lo sigue haciendo en cada Eucaristía. Para tener ese conocimiento del sentido de la Eucaristía tenemos que recorres de manera ordenada los distintos ritos que componen la celebración y explicar su significado.
2.1 RITOS INICIALES
Para toda celebración religiosa los ritos introductorios permiten el acceso al ámbito cerrado, misterioso y santo. Los ritos híncales vienen a ser algo así como la llave que nos abre, a los seres humanos que venimos del ajetreo de nuestro tiempo, las puertas del reciento de lo sagrado. Pero, para entrar en el ámbito de lo sagrado tendremos que librarnos de todo aquello que nos absorbe.
Como toda ceremonia litúrgica, la Eucaristía cuenta con una serie de ritos iniciales o de introducción.
La celebración comienza con el introitus, el canto de entrada. La comunidad ingresa cantando en el misterio del amor que Dios quiere poner ante sus ojos en la Eucaristía.

La llave que abre a los creyentes las puertas del reciento del amor en que se adentran en la Eucaristía es la señal de la cruz. Es un signo distintivo. Mediante esta señal, marcan su cuerpo con el amor de Cristo. La señal de la cruz es para nosotros bendición.
Acto penitencial, el sentido de este momento es que nos lanzamos al encuentro con Cristo con todo lo que hay en nosotros, con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestros éxitos y fracasos, con nuestros aciertos y nuestros fallos, y también con nuestras culpas. No tenemos por qué humillarnos. Él nos promete, ya al comienzo de la celebración, que la Eucaristía va a ser la experiencia del perdón amoroso de Dios, que nos acoge de manera incondicional. Después del acto penitencial vienen las invocaciones del Kyrie. Se trata realmente de invocaciones de aclamación al Señor altísimo.
Los domingos y día festivos, después del Kyrie viene el himno del Gloria. En el Gloria cantamos llenos de alegría el misterio de nuestra salvación. Después viene la oración colecta, en la que el sacerdote se refiere brevemente al misterio que se celebra ese día.

2.2 LA LITURGIA DE LA PALABRA
En las lecturas y el evangelio se anuncia la palabra de Dios. La palabra en sí misma es eficaz. Por eso hac efalta una sensibilidad y una atención especiales para no recibirla simplemente con el oído, sino que cale en ele corazón. Y también se necesita silencio para que la palabra pueda penetrar profundamente en el corazón. Cuando la palabra llega al corazón, entonces actúa. Para que la palabra pueda calar en le corazón, el lector ha de poner su propio corazón en las palabras que lee.

2.3 LA ORACIÓN DE LOS FIELES
Los domingos, después de la homilía, se recita el credo, por medio del cual confesamos nuestra fe. A muchos les resulta un poco abstracto. Pero cada una de las frases del credo expresa el misterio de nuestra vida salvada por Cristo. Seguidamente se hace la oración de los fieles, las peticiones de intersección en las que traemos todo el mundo al ámbito de la celebración.

2.4 LA PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Esta parte comienza con la procesión de ofrendas, aunque en pocas iglesias se poen en práctica. El sentido de presentar ante Dios, realmente y de manera conciente, nuestro mundo.



2.4 LA PLEGARIA EUCARÍSTICA
Concluida la presentación de las ofrendas, comienza, con la plegaria, el núcleo propiamente dicho de la celebración de la Eucaristía.

2.5 LOS RITOS DE COMUNIÓN
La oración del padre nuestro sirve de puente que conduce a los ritos de comunión. El pan eucarístico es el pan que se ajusta a nuestra naturaleza espiritual.

2.6 RITOS DE CONCLUSIÓN
Después de un tiempo prudencial de silencio, el sacerdote dice la oración de poscomunión, bendice a la asamblea y la despide en paz. Los fieles han de regresar a su vida cotidiana como “benditos(as)” y convertirse en ella en fuente de bendición y de paz.
Concluimos la Eucaristía con el mismo esmero que comenzamos. Los ritos de conclusión viene a ser como la llave que se gira para que las puertas queden realmente cerradas ahora que los fieles ya están “listos”, es decir, “preparados”, dispuestos para emprender el camino con las provisiones suficientes.

3 VIVIR LA EUCARISTÍA
La vivencia de la celebración eucarística es de manera distinta, cada fiel hace, como parte suya, una de las parte de la celebración. Le da más realce y forma parte de su vivir diario. Estas vivencias son las siguientes:
Vivir de las palabras de la Eucaristía. Es importante meditar las lecturas que se proclaman en la misa y quedarse con una frase para que les acompañe a lo largo de todo el día.
Vivir de la comunión. Para los que tienen presente este momento es importante pensar durante el día que no recorren su camino en solitario, sino que Cristo está con ellos como fuente de la vida y el amor.
El altar de la vida cotidiana. Es importante pensar que el altar sobre el que tiene lugar la ofrenda de uno mismo es la vida cotidiana.
La celebración de la Eucaristía y las comidas cotidianas. Quien se toma en serio la Eucaristía celebrará sus comidas de modo distinto. En toda comida resplandece algo del misterio de la Eucaristía. Lo que comemos son dones que Dios nos da, empapados de su Espíritu, impregnados por su amor. Por eso hay que comer con respeto. Cada comida es, en última instancia, una celebración del amor de Dios.
La adoración eucarística.