martes, 15 de marzo de 2011

EL VALOR DE LA VIDA Y LA PERSONA

“La vida es lo más grande. El que la quita, lo quita todo”

De la vida se puede hablar en abstracto, pero es también antes que nada un hecho, un fenómeno concreto. La vida es uno de esos conceptos enormemente amplios, sumamente cambiantes y ambiguos. Esto no es casual, ni se debe sólo a falta de claridad conceptual; pertenece a la misma entraña de lo que es vivir, de lo que es la vida.

No hay vida humana anónima; toda vida humana lo es de alguien. Tan pronto como hablamos de la vida propia de un ser humano, aparece algo absoluto: la persona que vive. La vida es un fenómeno particular y altamente improbable. La propia vida de cada uno es el punto de partida de todo pensamiento y de toda acción humana. Hablamos de la vida, para empezar, en primera persona.

El hombre y la mujer han recibido de Dios una particularidad en su poder más exclusivo, el poder del don de la vida. El don de la vida, que Dios creador y padre ha confiado al hombre, exige que este tome consciencia de su inestable valor y lo acoja responsablemente. La vida siempre es un bien. Podemos afirmar que es el bien más preciado que existe y el fundamento de todos los demás bienes que un ser humano puede poseer. Dios es el autor de la vida y nos ama incondicionalmente. Además la vida de cada persona tiene un valor tan sublime que no puede compararse con la vida de otros seres vivos. El valor de la vida humana se puede expresar con el uso de la razón. Proteger la vida humana es un deber que recae sobre toda persona. Esta tarea es el camino de la vida que ha de asumirse con decisión y responsabilidad.

El valor ético de la vida humana está fundamentado en su carácter sagrado. La vida humana “es un bien indivisible”, esto es, “es sagrada e inviolable en todas sus fases y situaciones (EV. 87). La vida humana es un valor igual en todas las personas. El derecho a la vida es el fundamento de todos los demás derechos humanos. Ha de ser reconocido por todos, tanto creyentes como no creyentes.

Todo ser humano (persona) tiene el derecho a ser respetado totalmente, este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política.

Con el corazón abierto tenemos que vivir y amar la vida. No somos los creadores de la vida. Es ella lo que nos engendra, abraza y alimenta, la que nos engendra , la que nos respira y expira, la que entra y sale de nosotros. La persona puede amarla con pasión o tan solo soportarla inútilmente. Puede hacer de ella una gracia y bendecirla o transformarla en una carga pesada, en la que morirá sin reconciliación con ella.

La vida es el don más preciado que poseemos. Entregarla por alguien es la confesión suprema de amor que lo podemos hacer. El ser humano no conoce una maravilla mayor que el milagro de la vida. Vivir, sencillamente, vivir es ya demasiado bueno, vivir es una gracia inconmensurable. La persona que vive la vida inmersa en ella y la cultiva con gracia y alegría. El mundo necesita personas que protejan la vida y hagan de ella una gracia, un testimonio de grandeza.

Vivir es la gracia mayor que nos da el Dios de la vida, dador de todas las gracias. La vida es un interrogante, un misterio. Lo importante no consiste en acertar siempre en nuestras opciones, sino en estar dispuestos a reemprender la marcha hacia el encuentro con el Dios de la vida. Hay que vivir en la transparencia dejando que la vida entre y salga libremente de nosotros, aceptando incondicionalmente lo que ella nos va ofertando. La vida no puede reducirse a uno mismo, somos pacientes destinatarios del misterio de la vida, pero también sus creadores participantes.

Existimos para dar excelencia a la vida, posibilitando que Dios se siga delimitando en ella. La vida no es solamente lo que nos parece bueno, sino todo lo que sucede. La pasión por la vida es el mayor homenaje que el hombre puede atribuir a Dios, Creador, Salvador y gran amigo de la vida (Sab. 11, 26). El que vive apasionadamente sufre la transformación de su propio yo, para reencontrarse, recreado y feliz, con el Dios de la vida. La vida es soplo, inspiración de Dios, todo ha sido creado por la Palabra de Dios.

Efectivamente, la vida no es cualquier cosa. No es una cosa valiosa más entre otras muchas cosas que también valen, la vida que cada uno de nosotros vivimos es la única que valoramos. La vida es la base de cualquier otra cosa valiosa que podemos tener o experimentar, o que pueda acontecernos. Porque vivimos, podemos gozar, amar, disfrutar de la belleza, cuidar a otros, transmitir la vida, actuar.

Lo primero que hacemos es vivir, y luego filosofar, pensamos si merece la pena vivir o no, si la vida es un valor absoluto o relativo. La vida propia es el hecho primordial para todo el que vive, se plantea cómo vivir, etc. nuestra vida es la realidad más radical con la que contamos. Ya que es la raíz de todas demás cosas. La vida, según eso, es la única ventana a la que toda otra realidad ha de asomarse para sernos realidad; es un escenario que no puede quedarse vacío, que no se concibe sin esas otras realidades que lo ocupan. La vida, la de cualquiera, es la encrucijada en que convergen mi yo y el de cualquier otro, mi yo y el mundo.

La vida humana de toda persona vale por sí misma, por quien la vive, pero también por lo que con ella se vive o se puede vivir, y por todo aquello para lo que se vive. Lo que hace radicalmente valiosa una vida es que ofrece la posibilidad de realización personal en verdad, bondad y belleza, en libertad y amor.

domingo, 6 de marzo de 2011

¿QUÉ MEMORIA TENEMOS?


En la vida del ser humano suceden acontecimientos agradables y desagradables, estas situaciones las tenemos guardadas en la memoria como gratos recuerdos que han podido marcar nuestra vida ; sin embargo, no queremos recordar situaciones negativas, aquellas que nos han podido herir. En nuestra memoria la cancelamos, como en una memoria portátil, porque las cosas desagradables, como menciona el dicho criollo: “No vale la pena recordarlo”.

Nuestra sociedad también en su conjunto guarda recuerdos agradables y desagradables. Unos son más recordados que otros. Entre los desagradables podemos mencionar las muy recordadas tragedias de mesa redonda de años atrás, el de la discoteca Utopía. Situaciones que hasta hoy se pide justicia. El resultado de estos acontecimientos fue desolación y miedo para la sociedad. No podemos olvidar las situaciones agradables también, faltaría espacio para mencionarlos. Si pusiéramos en una balanza los recuerdos agradables y desagradables ¿Cuáles pesarían más?

La memoria lo tenemos de manera individual y colectiva. En esta ocasión hablaremos de la memoria de cada persona. Por ejemplo la memoria de un creyente, para él es el órgano de la fe, o su mediador psíquico central y decisivo. La fe es cuestión sobre todo de memoria. Aquí se cree recordando y se recuerda creyendo, hay pues una perfecta sintonía y simetría entre recordar y creer.

Por otro lado la memoria puede llevarnos a la reconciliación, cuando se ve y lee, en las vivencias que se ha tenido, una lógica de amor pensada y puesta en obra por Dios. Podemos decir que la reconciliación es un fenómeno de integración.

Amedeo Cencini tiene una clasificación a cerca de la memoria. Dice que los virus de la memoria pueden ser muchas. A continuación presentamos la clasificación que hace Cencini sobre la memoria:

1.- MEMORIA APÁTICA.- Es la memoria de recordar de aquel que ha perdido la libertas de emocionarse frente al bien recibido, pues lo considera casi un derecho. Y por eso no agradece a nadie; no siente la exigencia de “volver atrás” en su propia historia para dar gracias a cuántos le han procurado algún beneficio; desde sus padres hasta tantas otras simples y casi inadvertidas mediaciones del amor eterno.

2.- MEMORIA PARCIAL.- Es la memoria de aquel que solo recuerda una parte de su vida, tal vez la negativa, o que subraya los inevitables lados oscuros y pasados de la existencia, como si hubiese otra cosa sino ellos.

3.- MEMORIA SUPERFICIAL.- Es aquella manera de recordar que registra únicamente los hechos sobresalientes, sensacionales, exitosos, casi como las experiencias extraordinarias de Dios o aquellas en las que es más fácilmente legible el sentido de su presencia, excluyendo toda lo demás.

4.- MEMORIA NOSTÁLGICA.- Es aquel modo de idealizar el pasado hasta contraponer el presente y cerrarlo al futuro.

5.- MEMORIA QUEJUNBROSA-ENFEDADA.- Es el estilo de quien descubre en el pasado sólo o sobre todo afrentas e injusticias de las que habría sido víctima, o todo lo que de alguna manera habría sido la raíz de sus actuales problemas, inmadurez incluida. El pasado, en estos casos, funciona como coartada para justificar el presente y des- responsabilizar al sujeto.

6.- MEMORIA DESESPERADA.- Es la manera de recordar típica de aquellos que creen poder reseñar en su propio pasado, a diferentes niveles, solo fracasos y descalabros. Frente a los cuales no les queda sino admitir, decepcionados y apesumbrados, la derrota. A menudo quien recuerda de esta manera no vislumbra perspectiva futura alguna: es como aplastado por el peso pesado.

Hasta aquí no se ve una memoria positiva que nos ayuda a sanar aquellas experiencias negativas. Por el contrario, pareciera que nos tendríamos que ubicar una u otra memoria que se adapte a la persona. En estos virus memoria inhiben de una manera más o menos evidente la capacidad de escoger y la posibilidad de una opción.

Este recorrido de la memoria lo pongo en analogía con el itinerarium mentis in Deum (Itinerario de la mente hacia Dios) de San Buenaventura. Porque al final Cencini nos propone una “memoria amoris”. A esta memoria tenemos que aspirar, buscar y llegar para sentirnos bien para recordar nuestro pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abiertos con confianza al futuro (Juan Pablo II).

La “memoria amoris” es memoria de quien mira con ojos benévolos su propio pasado y lo descubre lleno de cariño recibido: es amor que reconoce el amor recibido como un don. Solo el amor puede reconocerse así mismo. Esta memoria deja en el corazón la consoladora certeza de haber sido amado, ya amado, por Dios y por tantas mediaciones humanas de su amor. Es un amor en condiciones de retomar el pasado con sus inevitables heridas, de alguna manera sanándolos. Es importante recordarlo y reasumirlo, escogiendo adoptar frente a él una actitud nueva. El amor que recuerda y es recordado reconstruye el pasado y perfila el futuro, un futuro que en parte retoma aquel pasado y en parte retoma aquel pasado en parte lo supera, reafirme aquella certeza y parte de ella para realizar algo inédito, un designio que revela la originalidad y unicidad de la persona.

DIME QUIÉN ES DIOS


A Francisco se le podrá ver, considerar y admirar desde muchas y sugestivas perspectivas humanas, pues fue una personalidad muy rica en vivencia, proyectos y actitudes. Fue un cristiano excelente. Fue un verdadero y sincero peregrino hacia el amor infinito, que es Dios, que se revela en diversas ocasiones de su vida, familiar y ambiental.

BUSCADOR DE DIOS

Desde los comienzos de su transformación interior, en que se dirigía a Dios diciéndole: “Señor, ¿Qué quieres que haga?”, hasta el final de su vida siempre estuvo en actitud de búsqueda y de respuesta a la llamada que le trascendía. En Dios encontrado por Francisco no es el resultado de una reflexión ni el postulado de la razón. Es el Dios revelado gratuitamente en su vida, sentido como fuerza salvadora, como luz iluminadora, como vida gozosa y como amor salvador. El Dios que descubre es para él el centro absoluto de referencia de toda su vida y le criterio supremo para valorar sus decisiones últimas. Es a la luz divina como el hombre aparece en sus justas dimensiones. El Dios revelado en Cristo, que es amor, y que con su mirada amorosa ilumina y purifica el fondo oscuro de la persona. La presencia amorosa que eleva al hombre a su máxima plenitud. El Dios que también se manifiesta se oculta.

Francisco no solo va Dios por las oraciones oficiales de la Iglesia, por la liturgia, sino también a través de toda la creación: la naturaleza, el paisaje, el sol, la luna, los astros, las flores, los pájaros y demás criaturas. Todo es gracia. La fe es gracia, es razonable y es libre, dice la teología cristiana, pero es primordialmente experiencia que envuelve, orienta y guía al creyente.

La experiencia religiosa de Francisco nos demuestra todo un mundo de relaciones vividas y compartidas, pues no va a Dios en solitario, aunque lo busque en la soledad. Busca a Dios en la intimidad, en la Iglesia, en la naturaleza, en la sociedad, en la liturgia y en cualquier acontecimiento. El Dios cristiano no es tanto el Dios del más allá, sino del más acá, de lo cercano, vivencial y experiencial en todas las más variadas expresiones del vivir. Fascinado por el Dios de Jesucristo, busca apasionadamente a ese Dios, pregunta afanosamente por él y se deja invadir locamente por él. Su existencia humana se ha convertido y transformado en búsqueda religiosa, en imitación de Cristo y en testigo de la Trinidad.

Para el pobrecillo Dios es vida frente a la muerte. Fuerza en la debilidad. Luz en la oscuridad. Esperanza en la incertidumbre. Gozo en la tristeza. Se ha dejado encontrar por Dios. No se escondió a la llegada y a la llamada divina, pues había un ser totalmente disponible para recibir al absoluto, que le salía al encuentro de muchas formas y en circunstancias diversas.

Este personaje sensacional tiene la capacidad maravillosa de ofrecer un aspecto muy positivo y atrayente de la religión. De rescatar al hombre tímido y cobarde de lo oscuro de su ser y de la sombra de indiferencia, para atraerlo hacia la presencia luminosa del Dios creador y salvador de todos.

Francisco no ha dejado un tratado de teología, sino una experiencia profunda religiosa que nos devela que él era un apasionado de Dios y un enamorado de Jesucristo. A partir de este amor concreto orientó toda su vida y cambió su modo de relacionarse con los demás hombres y con la misma naturaleza.

DIOS ES COMUNIDAD

La espiritualidad de Francisco es ciertamente trinitaria, que logró transmitir a su familia e inspirar una teología de la comunidad. Presenta a Dios no solo como un sujeto de adoración, sino también como modelo de imitación. Como paradigma de comunidad. La presencia de Dios late como fuerza incontenible de vida y de irradiación. A Dios hay que acercarse por el instinto del amor, porque cuando el corazón inteligente investiga es que ya lo posee en parte al entendimiento que aclare lo que anhela. La Trinidad como munidad, es la respuesta y solución a la soledad de la persona y a su impulso de apertura y comunicación.

La trinidad constituye comunidad donde la fuerza vinculante es el amor. La dinámica del amor sustenta y explica la realidad divina tripersonal. Dios no solo tiene amor, sino que es amor y, desde esa fuerza vinculante, es Trinidad. El ser divino es amor efusivo y expansivo que se manifiesta en la vida trinitaria, en la creación y en la santificación por la gracia. De este modo, el Padre engendra al hijo. Y, dado que el amor es expansivo, entre Padre y le Hijo brota el Espíritu Santo, que se integra en la comunidad divina también con amor infinito. En Dios encontramos aunadas la presencia y la esencia del ser divino. Por tanto, en él no puede entenderse su ser sino desde la bondad.

Buenaventura acentúa que Dios es amor no solo porque así se revela en la Biblia, sino también por motivos existenciales, ya que el amor es sinónimo de donación, acogida, intercambio vital, coexistencia y armonía en unidad y pluralidad de vida y de acción. Dios es amor tanto por razones de fe como por motivos psicológicos y humanos. El amor no solo tiene una prioridad constitutiva, sino también ética y social. Dios es mucho más que un espíritu perfectísimo. Es el sumo bien, el amor supremo y, en cuanto tal, difusivo y autocomunicativo. Sale fuera de sí para encontrarse con el otro diferente y, de ese modo, poder integrar se en un proyecto vital comunitario.

Aunque Dios rebasa nuestro horizonte mental, podemos decir, que no es un padre prepotente y déspota que disminuye o eclipsa al Hijo y al Espíritu, sino una persona plena que se abre y se relaciona libre y gratuitamente con las demás. Dado que Dios es amor, que se expande y difunde, cada persona divina no puede ser una realidad cerrada, sino abierta hacia las demás e infinitamente comunicable en el encuentro interpersonal. El amor trinitario es luz que descubre y desvela el horizonte transparente de la existencia totalmente comunicativa y, por tanto, fecunda y ejemplar. El modelo de la trinidad nos impulsa a pasar del individualismo y del personalismo a la comunidad personalizada y transpersonalismo. La comunidad trinitaria es el modelo supremo de la convivencia humana, de la justicia social y el mejor paradigma para un humanismo integral y transpersonal.

CRISTO EL CENTRO

Jesucristo es el maestro y el camino que no se puede comprender si no se sigue. Seguir a Cristo significa cambiar el rumbo de la existencia y entrar en otra perspectiva nueva y exigente. San Francisco siempre tuvo a Jesucristo como el gran modelo en todo, al que trató de imitarle, hasta en lo más mínimo. Esa vivencia, centrada en Cristo, influyó mucho en la elaboración de una teología fundamentada en él, como lo hará el maestro Juan Duns Scoto. Para Escoto el amor es la suprema credibilidad y explica dinámicamente el encuentro de lo infinito con lo finito, del Creador con la criatura, de Dios con el hombre. Pero la mediación necesaria y absoluta es Cristo que vincula en sí la divinidad y la humanidad, lo necesario y lo contingente, lo eterno y lo temporal. Cristo es el centro primordial de interés en la manifestación de la gloria divina. Cristo es el arquetipo y el paradigma de la creación, la obra suprema de la creación en la que Dios puede espejarse adecuadamente y recibir de él la gloria y el honor que se merece.

Cristo hubiera existido aunque no hubieran existido ni los ángeles ni los hombres. Y, con mayor razón, aunque no hubiera existido el pecado. La encarnación del Verbo, en la naturaleza humana de Jesús, solo tiene su legítima justificación en el amor infinito de Dios y no en la previsión del pecado, aunque este haya condicionado la modalidad concreta de la encarnación. La misma creación son efecto y consecuencia de un acto libre de la voluntad divina. Toda la realidad creada tiende hacia su autor y creador.

El cristocentrismo, pues, es un postulado teológico y, al mismo tiempo, un principio iluminador de la naturaleza, de la historia y del mismo hombre. Jesucristo asume y resume ese punto omega de unidad y de síntesis. Él es la cima terminal del proceso cósmico, la conclusión explicativa del dinamismo de la misma historia. El hombre, habiendo sido creado a imagen y semejanza de Cristo, tiene una naturaleza teologal y es tendencialmente cristiforme. La antropología tiene su coronación y complemento en la cristología. Cristo, hombre –Dios, es la expresión más acabada y perfecta del misterio humano.

Ante los múltiples y graves problemas ambientales, el cristocentrismo nos brinda una perspectiva extraordinaria para implantar una ecología planetaria y para crear relaciones humanizadoras entre el hombre y la naturaleza, articuladas en una ética ambiental que tanto necesitamos. Cristo no da a la historia un sentido externo, sino interno. Y el hombre que se vincula libremente a él encuentra, descubre y vive el sentido profundo de la historia.

UN REENCUENTRO

Hola amigos, después de mucho tiempo pude abrir mi blog. He tenido ciertos inconvenientes con la tecnología, es el motivo por el cual dejé este espacio por buen tiempo. Hoy con la paciencia y el buen humor pude abrirlo. De ahora en adelante mi aporte a los cibernáutas será más frecuente, seguiré manteniendo la línea franciscana, haciendo más hincapié en la parte teológica. En la medida que uno va aprendiendo la Sagrada Escritura me da más ánimo para compartirlos mis entendimientos de los mismos. Les agradecería que hagan llegar sus comentarios a este humilde blog, de esas manera podremos ir mejorando y aprendiendo juntos lo que el Espíritu del Señor nos inspira a través de su Palabra y la vida diaría. Algunos artículos son síntesis de las lecturas que hago sobre algunos textos sobre filosofía, teología, franciscanismo y sociología. Desde luego que tiene el tinte personal, bajo un comentario a cada uno de ellos por quien escribe. Les agradezco su tiempo y lectura del siguiente blog. Muchas bendiciones y felicidades para todos.