domingo, 6 de marzo de 2011

¿QUÉ MEMORIA TENEMOS?


En la vida del ser humano suceden acontecimientos agradables y desagradables, estas situaciones las tenemos guardadas en la memoria como gratos recuerdos que han podido marcar nuestra vida ; sin embargo, no queremos recordar situaciones negativas, aquellas que nos han podido herir. En nuestra memoria la cancelamos, como en una memoria portátil, porque las cosas desagradables, como menciona el dicho criollo: “No vale la pena recordarlo”.

Nuestra sociedad también en su conjunto guarda recuerdos agradables y desagradables. Unos son más recordados que otros. Entre los desagradables podemos mencionar las muy recordadas tragedias de mesa redonda de años atrás, el de la discoteca Utopía. Situaciones que hasta hoy se pide justicia. El resultado de estos acontecimientos fue desolación y miedo para la sociedad. No podemos olvidar las situaciones agradables también, faltaría espacio para mencionarlos. Si pusiéramos en una balanza los recuerdos agradables y desagradables ¿Cuáles pesarían más?

La memoria lo tenemos de manera individual y colectiva. En esta ocasión hablaremos de la memoria de cada persona. Por ejemplo la memoria de un creyente, para él es el órgano de la fe, o su mediador psíquico central y decisivo. La fe es cuestión sobre todo de memoria. Aquí se cree recordando y se recuerda creyendo, hay pues una perfecta sintonía y simetría entre recordar y creer.

Por otro lado la memoria puede llevarnos a la reconciliación, cuando se ve y lee, en las vivencias que se ha tenido, una lógica de amor pensada y puesta en obra por Dios. Podemos decir que la reconciliación es un fenómeno de integración.

Amedeo Cencini tiene una clasificación a cerca de la memoria. Dice que los virus de la memoria pueden ser muchas. A continuación presentamos la clasificación que hace Cencini sobre la memoria:

1.- MEMORIA APÁTICA.- Es la memoria de recordar de aquel que ha perdido la libertas de emocionarse frente al bien recibido, pues lo considera casi un derecho. Y por eso no agradece a nadie; no siente la exigencia de “volver atrás” en su propia historia para dar gracias a cuántos le han procurado algún beneficio; desde sus padres hasta tantas otras simples y casi inadvertidas mediaciones del amor eterno.

2.- MEMORIA PARCIAL.- Es la memoria de aquel que solo recuerda una parte de su vida, tal vez la negativa, o que subraya los inevitables lados oscuros y pasados de la existencia, como si hubiese otra cosa sino ellos.

3.- MEMORIA SUPERFICIAL.- Es aquella manera de recordar que registra únicamente los hechos sobresalientes, sensacionales, exitosos, casi como las experiencias extraordinarias de Dios o aquellas en las que es más fácilmente legible el sentido de su presencia, excluyendo toda lo demás.

4.- MEMORIA NOSTÁLGICA.- Es aquel modo de idealizar el pasado hasta contraponer el presente y cerrarlo al futuro.

5.- MEMORIA QUEJUNBROSA-ENFEDADA.- Es el estilo de quien descubre en el pasado sólo o sobre todo afrentas e injusticias de las que habría sido víctima, o todo lo que de alguna manera habría sido la raíz de sus actuales problemas, inmadurez incluida. El pasado, en estos casos, funciona como coartada para justificar el presente y des- responsabilizar al sujeto.

6.- MEMORIA DESESPERADA.- Es la manera de recordar típica de aquellos que creen poder reseñar en su propio pasado, a diferentes niveles, solo fracasos y descalabros. Frente a los cuales no les queda sino admitir, decepcionados y apesumbrados, la derrota. A menudo quien recuerda de esta manera no vislumbra perspectiva futura alguna: es como aplastado por el peso pesado.

Hasta aquí no se ve una memoria positiva que nos ayuda a sanar aquellas experiencias negativas. Por el contrario, pareciera que nos tendríamos que ubicar una u otra memoria que se adapte a la persona. En estos virus memoria inhiben de una manera más o menos evidente la capacidad de escoger y la posibilidad de una opción.

Este recorrido de la memoria lo pongo en analogía con el itinerarium mentis in Deum (Itinerario de la mente hacia Dios) de San Buenaventura. Porque al final Cencini nos propone una “memoria amoris”. A esta memoria tenemos que aspirar, buscar y llegar para sentirnos bien para recordar nuestro pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abiertos con confianza al futuro (Juan Pablo II).

La “memoria amoris” es memoria de quien mira con ojos benévolos su propio pasado y lo descubre lleno de cariño recibido: es amor que reconoce el amor recibido como un don. Solo el amor puede reconocerse así mismo. Esta memoria deja en el corazón la consoladora certeza de haber sido amado, ya amado, por Dios y por tantas mediaciones humanas de su amor. Es un amor en condiciones de retomar el pasado con sus inevitables heridas, de alguna manera sanándolos. Es importante recordarlo y reasumirlo, escogiendo adoptar frente a él una actitud nueva. El amor que recuerda y es recordado reconstruye el pasado y perfila el futuro, un futuro que en parte retoma aquel pasado y en parte retoma aquel pasado en parte lo supera, reafirme aquella certeza y parte de ella para realizar algo inédito, un designio que revela la originalidad y unicidad de la persona.

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