lunes, 2 de agosto de 2010

EL REINO DE DIOS, UN PASIÓN QUE ENVULEVE LA VIDA DE JESÚS


Jesús vive en la historia de un modo fascinante y apasionado, con amor y misericordia. La pasión de Jesús fue hacer presente el sueño de Dios y ese sueño no es otro que el Reino. Jesús se manifiesta dando vida, haciendo a los hombres más humanos, más fraternos. Este es el compromiso que adopta y adoptará en la vida, el motivo de su trabajo y de su lucha diaria.
El Reino de Dios es algo muy humano. Consiste en apostar radicalmente por el hombre; hacer de la causa del hombre la causa de Dios. No consiste en acciones de culto o religiosas, sino de liberación, sanación y rehabilitación. Una opción por el hombre, el hombre pobre, oprimido, excluido y en necesidad. Ahí estaba lo sagrado para Jesús, dicho de otro modo: Jesús nos enseña que la apuesta por el hombre es el modo de acceso a Dios.
El Reino con todo lo que conlleva, era lo primero y lo último para Jesús. Lo último para Jesús no es tampoco su propia persona, pues Jesús no se predicó a sí mismo, sino el Reino de Dios. Desde su aparición pública Jesús se presenta anunciando el Reino o reinado de Dios. Este Reino de Dios tiene dos dimensiones, presente y futura, que puede disociarse y que sobre todo, están unidas en la propia persona de Jesús.
En Jesús el Reino ya está presente, como una semilla que se está sembrando en el mundo y un día se podrá recoger la cosecha final; él es su mediador, su vehículo y su presencia, aunque a la vez con la capacidad de futuro que solo a Dios le corresponde cumplir en la consumación final. En Jesús, el Reino de Dios presente es como la “aurora del Reino”.
El Reino de Dios es lo absoluto para Jesús lo vive en lo más hondo y lo propone con pasión, en todo cuanto hace y dice. Su misma persona es encarnación del Reino. Será la razón de su vivir, de su desvivirse y del conflicto que derivó en pasión de Cruz.
Jesús vive cautivado existencialmente por el Reino. Anunciar el Reino, hacerlo presente, comunicarlo, es la misión que da unidad a su vida. En función del Reino está su estilo mesiánico de vida. El Reino es la razón de su pobreza, de su celibato, de su disponibilidad; por el Reino se siente en la mesa con los pecadores, cura, acoge y ama a los marginados.
Podemos decir que Jesús solo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su pasión: una vida en la que todos respiraran el aroma de Dios, en la que todos actuaran según su querer. El Reino de Dios es una buena noticia porque es Reino de vida.
Jesús, hombre del pueblo y siempre en él, percibe a Dios como vida y felicidad; desde ahí se sumerge en la realidad del pueblo y en ella genera vida a través de un modo de vivir, unos signos, unas palabras. El Reino de Dios apunta a la relación entre Dios y los seres humanos. En el Reino de Dios, el primer lugar es para los que sufren.
Aunque es Dios quien crea el Reino, los seres humanos tienen un importante papel a la hora de hacerlo realidad. El Reino no es simplemente algo que tratamos de hacer realidad, sino que también es algo que nos sucede a nosotros y que nos llama. El Reino de Dios irrumpe en la historia trayendo amor y liberación para los individuos y los grupos.
La búsqueda del Reino como proyecto es inacabable. Un carisma como la misericordia, la providencia o la bondad de Dios tiene que traducirse no solo en una pasión global, sino en proyectos y objetivos concretos.
Hoy subrayamos que el Reino de Dios existe no solo en nuestros corazones, sino también en el mundo, causando un impacto tanto en la vida personal como en la social. El Reino no solo crece en los individuos, sino también en los grupos, las naciones, las instituciones, las actitudes, las razas y las culturas.
La llamada del Reino en nosotros es importante. Nos impulsa a cuestionarnos si nuestros actos son de amor o de egoísmo. El Reino de Dios llama a las personas a apartarse de sus ídolos para seguir más de cerca a Jesús.

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